Aunque por conservación de raíces identitarias no ladro catalán, lo entiendo perfectamente. Así que cuando en octubre de 2015 escuché la palabra Boí me apliqué a lo mío y me dije para mis adentros: ¡ quieras o no quieras, Mongui, esta vez voy!.
En la Alta Ribagorza, a 1.267 metros de altitud y junto al río San Miguel, afluente del Noguera de Tor, se encuentra la población leridana de Boí. Su templo de 1079 se encuentra bajo la titularidad de San Juan Bautista que preside el Altar Mayor.
Es un edificio románico con elementos lombardos orientado a Levante, de planta basilical y tres naves separadas por arcos formeros de medio punto que se apoyan en gruesos pilares cortos de los que dos son rectangulares y los otros cuatro cilíndricos.
Su nave se cubre de madera a dos aguas al interior y de pizarra al exterior. En la nave sur, una curiosa pila a ras de suelo.
La cabecera con ábside central de testero recto modificando el original, y dos absidiolos semicirculares con bóveda de cuarto de esfera, del que el del Norte es original sin reformas, que se decoran con arquerías ciegas, sin decoración alguna y carente de las típicas lesenas lombardas.
En la fachada Norte, su puerta original con una cubierta para proteger las pinturas sustituyendo el pórtico original.
La entrada, no obstante, se efectúa por la fachada occidental de medio punto como la anterior.
El campanario del siglo XII, torre vigía de la familia Erill, se adosa a la fachada Sur. Es de planta cuadrada con tres niveles que corona un sobrealzamiento de siglos XVII-XVIII de forma piramidal de pizarra a cuatro aguas. Sus vanos, en el primer y segundo piso, geminados con columna central y capitel en el segundo, y alargado y de medio punto en el tercero.
Su entrada a la torre desde el interior del templo.
Lo más sobresaliente es su conjunto pictórico mural impecable que guardaba la capa de yeso con que se recubrió y fue rescatada en el siglo XVIII y que aunque conservado en el MNAC, puede contemplarse mediante copias existentes en su
En fin,... ¡que me Boi !.