Templo de San Miguel Arcángel
Es uno de los templos más suntuosos de la provincia soriana.
Seguramente del primer tercio del siglo XIII con detalles cistercienses realizados arcaicamente que despistan con el momento de su edificación.
Férreamente vigilados por una implacable arpía que prohibía cualquier tipo de fotos, tuve la ocasión de visitarlo por tercera vez en 2009, ésta vez con la Cofradía casi al completo.
Consta de tres naves y tres tramos. Los laterales con bóveda de arista sostenidas por cuatro apoyos exentos cuadrados con columnas a los lados a las que se adosan otras medias columnas en los laterales interiores.
Los arcos divisorios y los fajones apuntados sobre los que se abrían vanos, hoy cegados, son recorridos por una imposta que da la vuelta a todo el templo sirviendo, en ocasiones, de ábaco a los capiteles de los laterales y anilla los fustes de la nave central.
De los tres ábsides, el central de cañón apuntado y cascarón es el único original. Presenta ventanas de aspillera y arquillos sobre modillones de rollos que recuerdan a los mudéjares adoptados por el Císter.
La nave central con óculos abiertos en los hastiales este y oeste de los que el último es abocinado con varias arquivoltas decoradas.
Actualmente solo presenta una puerta en el muro sur, pues la del norte quedó cegada. La puerta de acceso es magnífica, resaltada bajo cornisa de canes y rollos con arquivoltas de medio punto y todas lisas menos una que se perfila con puntas de diamante y decoración en zig-zag que apoya en columnillas de cardos y bulbos.
El tímpano vaciado y con despiece radial en sus dos semicírculos para dejar pendiente la clave, engatillando perfectamente las piezas y prescindir del parteluz con la piedra central de la cuña y el bajo relieve del titular del templo.
Solo hay dos capiteles historiados: uno con reptiles y otro de tres cabezas.
Su pila interior sencilla y desprovista de decoración alguna.
Cornisa y aleros recorridos por canes con cabezas humanas, animales y otros motivos.
En el muro norte curiosas marcas de cantero entre las que destaca la de caracol, por infrecuente en la zona.
Y a salir por patas porque la custodia, en jarras, acabó enganchada con algún que otro miembro de esta panda rebelde por sacar las fotos que pagó con su entrada, mientras mi mascota tiraba del arnés para evitar que le mordiese los tobillos.