GRAN GUÍA TEMPLOS ROMÁNICOS
Si no fuese por su afamada pila románica, este templo de la escuela serrana burgalesa a la ribera del río Arlanza y al pie del imponente farallón calizo que enlaza Burgos con Soria, sería desconocido
pese a que ya en el Poema de Fernán González y en el Libro Becerro de las Behetrías aparece mencionada la villa de Cascaliare o Cascalar en la batalla que lo atestigua como lugar de enterramiento de los que en la misma murieron.
Originariamente de una sola nave que desemboca en el ábside central, su reforma del siglo XVIII lo configura como templo de tres naves de salón y espadaña a los pies con cubierta de falsa bóveda en lo que origen fue de madera parhilera.
Tiene su entrada por cubierta abovedada, ventana en el muro sur y otra absidial con columnas de entrega en tres paños.
El alero con cornisa sostenida por canecillos de doble caveto, cabeza de león, hojas y rollos, que a partir del canecillo catorce se convierte en bisel hasta llegar al veintitrés que decora en pomos.
El ábside dividido en tres paños y dos columnas a modo de contrafuertes
Su vano aspillado central se enmarca en arquivolta con moldura y guardapolvos con arco de medio punto que descansa en doble columnas con capiteles decorados.
En el muro norte su mítico león, única obra realizada por este taller serrano donde se rompe la simetría frontal y se introduce una temática de bestiario como verdadera novedad a la temática vegetal y de rollos tan típicos de este taller del siglo XII que con escasos medios supo trabajar con forma suave y buen trazo los volúmenes y acabados respetando la simetría realista.
Y mientras esto les contaba, a mí ni puñetero caso. Era octubre de 2011, pero ya otras mascotas gozaban de mejor suerte que la mía.