GRAN GU�A TEMPLOS ROM�NICOS
Clemont-Ferrand
BasĂlica de Notre Dame du Port
E ingenuo de mi, me pilla con el abre ostras y baĂąador puesto cuando me dice que me lleva al puerto y me acaba aterrizando en la Auvernia francesa. Pido explicaciones a mi mascota y me responde el abogado: "Port, no necesariamente significa puerto de mar o fluvial, Mongui. También, y mĂĄs en francés, es entrepuerto de mercancĂas de la rica Limagne y la regiĂłn montaĂąosa".
Notre Dame du Port se construye en 1100 sobre otra iglesia que, construida por el obispo San Avit en el siglo VI fue destruida por los normandos y vuelta a levantar por orden de San Sigon en el siglo IX. Se construye en piedra arenisca pero sobre grandes arcadas y con crucero de guijarros cubiertos de mortero formando alvéolos. Es el prototipo de la arquitectura romĂĄnica de la auvernia francesa.
Planta basilical de tres naves, transepto sobresaliente con dos absidiolos semicirculares y ninguna capilla axial.
La nave central con bĂłveda de caùón continĂşa sin fajones y dividida en cinco tramos con pilares cuadrados con voladizos semicirculares falsos, Ăşnica en su género.
Alzado de dos pisos con tribunas iluminadas que se abren a la nave con arcos lobulados de influencia arabesca.
En el ĂĄbside central, girola iluminada por vanos que la iluminan
Naves con bĂłveda de arista y cĂşpula con trompas en el crucero. Dividida en cinco tramos con vanos ciegos al exterior.
Transepto estrecho,
acaba dominando el tejado
con cĂşpula de campanario poligonal.
El exterior equilibrado por contrafuertes y cornisas con modillones.
En pĂłrtico, policromado, obra de un tal Rotbertus, nos muestra un Cristo en majestad sobre friso-frontĂłn con la infancia de JesĂşs y su AdoraciĂłn de Magos.
Un sacrificio de Isaac sorprendente en la forma
Y a un AdĂĄn y Eva indecisos
Mientras grifos sacian su sed en el cĂĄliz divino
Capiteless interiores de ĂĄngeles
Y diablos tentadores
Con evangelistas proclamando la nueva doctrina
en la eterna lucha
por lograr comprender el indescifrable Libro de la Vida
Mientras Notre Dame, la SeĂąora MarĂa, duerme
ante sus atĂłnitos ojos admirados de tanta belleza