Mientras nos embargamos en este simplista paseo, en el que todos debemos ser gente de éxito, y en el que no tienen cabida esos otros tarados, desnivelados o inadaptados a los que "sus circunstancias" les merma a priori sus posibilidades de éxito; mientras nos codeamos entre gente de nivel, líderes natos, dirigentes y ejecutivos, todos ellos ejemplos de una fracasada sociedad: moral, cultural y obviamente económica, mientras todo esto ocurre, la verborrea de las teorías más estúpidas y peregrinas se disparan, ahora atenuadas por el ruido de la crisis, agazapadas a la espera de la ansiada bonanza, para volver por sus fueros e irrumpir de nuevo -si nadie lo remedia- a pamplinificar la vida. Estaba yo en ese vomitivo debate, cuándo me tope una vez más con esta mujer: EDITH PIAF, una mujer que con su voz hizo llorar a toda Francia, volverse a si misma, observar su propio ombligo, pedir perdón, y tratar de reconciliarse con la solidaridad tan distante de los cretinos que nos dirigen a diario. Esta mujer lo tuvo todo en contra desde el mismo momento de nacer, una farola de la calle Belleville es testigo del parto, su padre aprovechó ese momento para abandonar a su mujer, su madre una pobre cantante ambulante sin suerte le hace compartir la miseria de las calles del viejo París, entregada a su abuela materna para mantenerla, fue criada con biberones de leche y vino a partes iguales, y termino siendo criada de las prostitutas de la casa que esta regentaba, finalmente su padre la recupera y la introduce en el mundo de los cómicos y más tarde en el de los cantantes independientes, consciente de su especial timbre de voz. Llega a tener una hija con 17 años que perdería por una meningitis dos años después.Es a partir de 1936 y no exenta de tensiones, que comienza a brillar por su excepcional voz.A los 47 años de edad muere de una cirrosis, la história le concede un lugar especial por su aportación a la música, por su humanidad, por el alto precio que tuvo que pagar para tratar de ser feliz, por el enorme esfuerzo que tuvo que hacer por ganarse el aprecio y el respeto de su país.Edith Piaf aún hoy es un ejemplo que nos recuerda que lo fácil no es vivir entre la simpleza de creerse con suerte, sin saber a que mundo se pertenece, sino que todo tiene un precio en la vida, y hay que salir a la calle y ganárselo, confiando en el trabajo bien hecho, en el respeto y en el esfuerzo.