Que el país está atravesando un momento de profunda crisis económica es algo que no se le escapa a nadie. Cada día saltan a los ojos de todo el mundo más y más cifras que dejan constancia de ello. Es el tema de ascensor por excelencia.
Pero, ¿deriva una crisis económica en una cultural?
La Cultura Occidental, con mayúsculas, es el fermento del que se ha alimentado todo el planeta para construir la sociedad actual. Las antiguas Grecia y Roma como raíces asentadas de todo: el idioma, la literatura, el teatro, la música, la democracia.... Palabras, todas ellas, que hoy no hacen otra cosa sino ir acompañadas por otra, un poco menos agradable: “recortes”.
Cuando los fondos monetarios de los países se encuentran en números rojos, hay que eliminar gastos de donde no sean necesarios, para poder cubrir los costes de aquello que sustenta el estado de bienestar. ¿Hasta qué punto son necesarios los tijeretazos en presupuestos culturales?
Noticias recientes arrojan las declaraciones desde Esquerra Republicana de Catalunya, que afirmaban “que si el Gobierno quiere reducir gastos, podría ir cerrando los ministerios que no sirven para nada”. Sin nombrar directamente a ninguno, aunque las aspiraciones nacionalistas desembocan en el deseo de controlar de manera autonómica cualquier aspecto que sea posible, la referencia es bastante explícita.
En terreno autonómico, el presupuesto de las Ferias de la Virgen de San Lorenzo 2011 en Valladolid ha sufrido un descenso del 25% aunque los políticos insisten en asegurar que el programa de fiestas sigue manteniendo una calidad igual a otros años, como si no importase que se haya dado menos dinero, que ellos hacen malabares con las cifras y consiguen un resultado excelente a pesar de todo. Un ejemplo: la desaparecida Party Dance, canjeada por una macro fiesta de discoteca en la Plaza Mayor, con la presencia de Juan Magan, entre otros DJ. ¿Sale más barato traer a este pincha que el recorrido de los camiones por las céntricas calles de la ciudad? ¿Se aplican bien estos tijeretazos monetarios?
Lo terrible se hace totalmente presente cuando estas reformas van de la mano de otras en materia de educación, que se hacen mal y se aplican peor aún. ¿Las generaciones futuras? Van a venir de un ambiente en el que a la cultura como tal se la respeta bien poco, en que solo los “elegidos” por las administraciones públicas contarán con sus subvenciones para sacar adelante sus proyectos y sus sueños. Un pasado para ellos, un presente para todos, en que las cifras invertidas en ello caen en picado e intentan agarrarse a un modelo de negocio y de difusión del saber obsoleto.
Nadie tiene la fórmula mágica que libere las ataduras de esta situación, si bien, es cierto que los recortes tan fulminantes en algunas materias deberían, a lo mejor, enfocarse hacia otros ámbitos. Se habla de quitar en Educación, Cultura, Sanidad... y se lleva a cabo. ¿Y qué pasa con los fondos destinados a Defensa?
“La Constitución asigna a las Fuerzas Armadas la misión de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”, reza en la página web del Ministerio de Defensa. ¿Defender de qué o quién? ¿No son las armas en sí un peligro y un riesgo de otro ataque? Desde luego que en casos de catástrofes naturales como las inundaciones el ejército está ahí para ayudar. Mas luego, en territorio nacional, va poco más allá del alarde y justificación de semejante desembolso gracias al día de las Fuerzas Armadas.
De todas formas, ¿de qué sirve un país protegido militarmente si su población no tiene quien vele por algo más que su integridad física?