Joseba Morales
¿Un autor escribe para ser leído, para que su obra esté al alcance del máximo número de lectores posibles o, en cambio, escribe para vender copias?
Se vive en la sociedad de la información, en la sociedad internauta que tiene absolutamente todo cuanto desee al alcance de un solo clic en su ratón y, desgraciadamente, en la sociedad que asume que las descargas han de ser gratuitas porque, como usuario, cree tener derecho a ellas. Pero, realmente, cuando se descarga algo, ya sea una película, un disco o incluso un libro, ¿se piensa en que su autor necesite que se compre para poder comer? Desgraciadamente, se ven las obras como entes independientes y sin pararse a pensar en todo lo que llevan detrás.
¿Sabían que los creadores de Superman no vieron casi un centavo de todo lo que su historia había vendido? Sin embargo, sus editores ya vivieron bien por ellos, gestionando a su antojo las ganancias que esta creación había reportado y escudándose en unos más que abusivos derechos de explotación.
A veces, de entre todos los que realizan esa descarga gratuita, surgen personas que deciden adquirir una copia física, o incluso realizar la descarga legal, es decir, pagando por ella. Sin embargo, de esa compra que haga, tan solo un mínimo porcentaje del precio que haya pagado por ella llegará al autor. Por tanto, la situación que viven los autores y de la que tanto se quejan atacando a las descargas, ¿es culpa de quien no compra o culpa de quien distribuye las ganancias de quien compra?
Es fácil recordar el caso de Lucía Etxebarría y su anuncio del cese de publicaciones, es decir, que no volvería a publicar ningún otro libro debido a la cantidad de descargas que habían tenido. Sin embargo, nunca se paró a pensar que de esta manera su obra sería más leída, o que llegaría más lejos. Tampoco se le ocurrió pensar que si adaptaba sus libros a las condiciones que las nuevas tecnologías necesitan y, por ejemplo, los vendía en formato electrónico, quizás pudiera incluso tener más ingresos que si se sentaba a esperar que la gente acudiera en masa en busca de alguno de sus títulos a las librerías.
Internet está ahí, y la opción de realizar una descarga gratuita también está. Pero si el autor se adapta a las nuevas tecnologías y apuesta por internet, probablemente se sorprenda de lo bien que éste le responderá. Renovarse o morir. Convertirse en un aliado de quien pretende realizar una descarga ilegal y terminar por convencerle de que lo puede hacer legalmente y por poco dinero no es tan complicado , aunque quizás aporte menos beneficios a todos los “socios” que necesita un escritor para poder ser publicado.
Sin embargo, a veces aparece gente como, por ejemplo, Carlos Salem. Publica sin ningún pudor sus poemas en su blog “El huevo izquierdo del talento” y los pone al alcance de quien quiera verlos. Si se ven y enganchan, el lector comprará por sí mismo sus libros sin que él se lo pida. Si no, olvidará que este argentino existe. Eso es el futuro, confiar en el lector y no esperar a que el lector confíe sin haberle demostrado que puede hacerlo.
Sea como fuere, hay algo que las descargas gratuitas, la explotación por parte de las editoriales y las épocas de ahogo económico nunca le quitarán a cualquier autor. Hay algo que los creadores de Superman siempre tendrán presente: el recuerdo. Superman siempre existirá, ya sea el que ellos crearon o la versión adulterada del mismo que hoy nos encontramos en los cines. Siempre habrá algún niño soñando con volar como Superman. Y eso ni se puede piratear ni se puede explotar.
Ruta 42
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