La confrontación entre democracia y autocracia ya no se libra en el campo de batalla sino en la conciencia de los ciudadanos. Sí, digo ciudadanos porque los habitantes de las autocracias son súbditos de sus regímenes y tienen una oferta que se limita a los medios de propaganda en manos del autócrata de turno. El campo de batalla real está en la mente y opiniones de los ciudadanos de las democracias occidentales. Términos como Postverdad o "alternative facts" tristemente han aparecido para quedarse y esconden una verdad muy simple: son mentiras, falsedades sin doblez alguna con una intencionalidad política de lo más espúrea: moldear una sociedad más cerrada, menos plural y más permeable a los delirios del autócrata de turno. El desprestigio de medios tradicionales se ha producido por motivos endógenos y exógenos. Las causas endógenas son conocidas y bien cacareadas por los agitadores populistas. Su cercanía al poder los hace sospechosos de partidismo y parcialidad. No solo eso, el hecho de que se trate de empresas privadas los hace dependientes de intereses económicos de los que no siempre escapan a la hora de informar. Esto merma su credibilidad y con razón. Conexiones políticas y económicas que son hábilmente aprovechadas por los enemigos de la prensa tradicional.
Editorial: propaganda, prensa libre y democracia
Publicado el 31 enero 2017 por Englishman @englandcourantLa confrontación entre democracia y autocracia ya no se libra en el campo de batalla sino en la conciencia de los ciudadanos. Sí, digo ciudadanos porque los habitantes de las autocracias son súbditos de sus regímenes y tienen una oferta que se limita a los medios de propaganda en manos del autócrata de turno. El campo de batalla real está en la mente y opiniones de los ciudadanos de las democracias occidentales. Términos como Postverdad o "alternative facts" tristemente han aparecido para quedarse y esconden una verdad muy simple: son mentiras, falsedades sin doblez alguna con una intencionalidad política de lo más espúrea: moldear una sociedad más cerrada, menos plural y más permeable a los delirios del autócrata de turno. El desprestigio de medios tradicionales se ha producido por motivos endógenos y exógenos. Las causas endógenas son conocidas y bien cacareadas por los agitadores populistas. Su cercanía al poder los hace sospechosos de partidismo y parcialidad. No solo eso, el hecho de que se trate de empresas privadas los hace dependientes de intereses económicos de los que no siempre escapan a la hora de informar. Esto merma su credibilidad y con razón. Conexiones políticas y económicas que son hábilmente aprovechadas por los enemigos de la prensa tradicional.