La cita anterior creo que resume con bastante fidelidad la intención de la autora: denunciar en tono distendido los elementos que desde hace milenios oprimen a la mujer. Denuncia de alcance universal al haber sido utilizados como instrumentos de dominación sobre el 51% de la población.oooOooo
Leí con mucho gusto la primera entrega de“La trilogía de Kate y Baba” (leer reseña aquí) que como allí digo me parece una novela de iniciación a la edad adulta de categoría. Finalizaba la misma con una huída, una escapada, una salida de la casa familiar hacia la gran ciudad donde estas dos 'chicas de campo' –Kate y Baba- podrían dar más cuerda a su libertad como personas.
Si en la primera entrega de la trilogía se narraba la iniciación de las dos amigas en el mundo de la gran ciudad, ahora en"La chica de ojos verdes", Kate va a tomar definitivamente decisiones que caracterizan a los adultos: romperá las amarras que la unían aún a sus orígenes campestres, resistirá con heroicidad los embates de la iglesia irlandesa que a través del párroco de su pueblo e incluso de un obispo pretende reconducirla y llevarla de nuevo al redil de la bovina conformidad en que siempre habían estado las mujeres, decidirá libremente unirse sin casarse a un hombre separado que casi le dobla en edad, resolverá incluso explorar nuevos horizontes abandonando Irlanda... En definitiva, Caithleen se ha hecho mayor y conoce la felicidad y el dolor de serlo. ¿Y Baba? Pues sencillamente en esta novela Baba queda relegada a un segundo plano, apareciendo en el relato sólo como asidero de una Kate que por momentos está muy perdida en ese mundo de mayores en el que no todo es de color de rosa. Baba es la seguridad que Kate siempre tiene a mano, es quien le recuerda verdaderamente quien es y de donde procede.
Es en el tercer y último de los relatos, “Chicas felizmente casadas”, en el que Baba reaparece ocupando un puesto central en el desarrollo de la trama. La vemos como un personaje ‘feliz’ dentro de lo que es la dureza de la vida para una mujer casada irlandesa por muy liberada que pretendiese estarlo o lo creyese ella misma. La clave de su supervivencia la encontramos en una frase que aparece al final de la novela: “La ignorancia es la felicidad.” Sí, en efecto, de este desigual par de niñas que correteaban juntas en la primera novela la que está más preparada para sobrevivir, aunque claudicando, naturalmente, es la más inculta, la menos inocente, la más primitiva en su concepción de la vida, la menos civilizada, la más sufridora pese a su vocinglera denuncia de la opresión. O sea, Baba: “Ay Señor, que todas las riñas y las palizas y las mentiras y la amargura hubiesen quedado reducidas a eso: a la mirada suplicante de Frank, a su dependencia de mí, igual que un perrillo…” ("Chicas felizmente casadas" pág. 174)
Las 3 novelas coinciden entema y estructura. En las tres entregas las dos amigas sienten que se asfixian, razón por la que desean salir, escapar: del pueblo y del colegio de monjas, en “Las chicas de campo”; de Irlanda hacia Inglaterra en “La chica de ojos verdes”; y por último en “Chicas felizmente casadas” de la férula de sus maridos respectivos. Constantemente estas mujeres quieren ser ellas mismas lejos de su familia, de su patria, de sus maridos e incluso de sus propios hijos. Tal deseo de independencia expresado con tal libertad literaria no podía en los años 60, cuando salen las novelas a la luz, causar más que escándalo.
Estructuralmente Edna O’Brien construye unas novelas poco complicadas, si bien de las tres es la última la que más avances tiene en este aspecto. Así, aunque la linealidad discursiva es común a todas ellas, “Chicas felizmente casadas” presenta dos relatos en contrapunto: el de Kate narrado en una 3ª persona objetiva, y el de Baba narrado por ella misma en 1ª persona. Es esta narración de Baba la que en el epílogo dará al lector cumplida cuenta de todo lo acaecido en los trece años transcurridos desde el último capítulo hasta ese momento. La diferencia cultural que existe entre las dos amigas se explicita en la distinta manera que tienen una y otra de presentar la narración. Baba es más directa, más coloquial, llegando hasta a interpelar directamente al lector buscando su complicidad (“Porque, para seros sincera, no era plato de gusto tener que llamar a un conocido en mitad de la noche” (pág. 52). Kate, por su parte, se mueve más en un nivel culto que evoluciona hacia el egoísmo individualista marcando distancias con el lector: “Era la primera vez que se reconocía a sí misma su mezquindad, la primera vez que se percataba de que su interés hacia los demás venía dado únicamente por sus propias necesidades, y con amargura se acordó de aquella niña, ella, que antaño había llorado cuando un jornalero se clavó una horqueta en un pie. Era como si el descubrimiento de los placeres mundanos hubiese despertado su ferocidad.” (pág. 152).
En "La chica de ojos verdes" la narración corre de cuenta de Kate que la hace en primera persona. Esta novela contiene menos ejercicios de estilo aunque también los haya como se ve en esos compuestos léxicos: "Qué lozanía la tuya, adoro tus mejillas-de paseo-en-bici-por-la-carretera-de-circunvalación.", algo evidentemente novedoso estando como estamos tan sólo en 1962.
Superación de la novela sentimental
Tomándola aisladamente, el lector siente la tentación –así al menos me ha sucedido a mí durante una parte del tiempo dedicado a su lectura- de clasificar "La chica de ojos verdes", sin afán peyorativo alguno, dentro de la tendencia narrativa de novela romántica o sentimental dado que fundamentalmente trata del proceso de enamoramiento de la joven e insegura Kate del seguro Eugene Gaillard, un hombre separado 15 años mayor que ella, protestante y director de cine. Dados los años en que el relato vio la luz, los sesenta, mientras lo leía evoqué el enorme prestigio que en España, sobre todo entre las mujeres, tenían por aquel entonces las llamadas novelas del corazón, en especial las escritas por Corín Tellado y Carlos de Santander. Recuerdo que rara era la semana en que mi madre o alguna de mis tías no compraban en el puesto de periódicos (¡sí, entonces se compraba diariamente el periódico!) algún título de uno de estos dos autores [a esta clase de 'literatura de kiosko' en España presto atención en una entrada de este blog. Verla aquí]. Se las consideraba literatura de baja calidad -subliteratura, se decía- y se las despachaba con el -ahora sí- despectivo sintagma de "literatura para mujeres", como si en verdad existiese una clasificación literaria en función del sexo de los lectores, algo en lo que personalmente no creo; igual que no comparto la idea, tan querida por las compañías editoriales, de literatura para jóvenes versus literatura para adultos. No, en mi opinión sólo hay buena o mala literatura y poco o nada tienen que ver en ello los asuntos de que traten las narraciones: bélicos, amorosos, sociales, sobre la conquista del oeste americano, policiales, de aventuras...Así como con el paso de los años parece que las novelas de investigación (thrillers, detectivescas, suspense, policíacas...) salieron, gracias a autores como Hammet o Chandler, del pozo del descrédito subliterario en que los popes de la literatura las tuvieron durante décadas. yo pienso que a Edna O'Brien le cabe el gran honor, junto a otras mujeres escritoras, de haber propiciado el cambio de percepción ante una narrativa, muy diferente a la calificada de 'femenina', que habla sin cortapisas ni autocensuras de asuntos que de verdad importan a las mujeres.
Es precisamente en la segunda entrega de la trilogía en la que la escritora irlandesa sabe conducir al lector (por el asunto tratado, creo que ella está pensando más en lectoras que en lectores) del manido terreno de la novela rosa, sentimental, romántica o del corazón (la denominación que se le dé no es importante) al de la novela feminista propiamente dicha. Así al tiempo que utiliza expresiones tópicas de la literatura de romance: “Pero a ti te gusta instruirme -protesté-. Me dijiste que te gustaba. Algunas chicas no se dejarían, pero a mí no me molesta que me hables de la Edad de Hielo, de la evolución, de la autosugestión y del afán de lucro" cual si de una mujer sin personalidad alguna se tratase y humillarse ante el hombre nada significase si al final se logra su amor, cuando éste se convierte en acto, mientras que la novela del corazón de la época se contentaba con quedarse en la mera insinuación, Edna O'Brien salta esa línea roja y encara el erotismo directamente, sin ambages:
"El primer empujón dolió, pero aquel dolor me sirvió de estímulo, y, para mi gran sorpresa, seguí lamiéndole el hombro desnudo.⧫ La condición femenina.Estamos en los años 60, cuando los anticonceptivos orales que tanta libertad darán a las mujeres no están aún muy difundidos. Por ello en la novela sentimental del momento aparecían, como consecuencia del sometimiento de la mujer a la naturaleza, asuntos tenidos por propiamente femeninos: los embarazos ciertos, el miedo a los mismos, la aceptación de la inminencia de ser madre como consecuencia lógica de la práctica sexual... Todo esto también está en esta novela, pero vemos en Edna O'Brien a una mujer que se rebela contra esta idea y comportamiento femeninos. Y esta actitud rebelde de la escritora fue un motivo de escándalo más para la sociedad que leía sus escritos. Y es que si ya era escandaloso abordar la intimidad de la pareja con un vocabulario directo, no lo era menos la desacralización del mundo femenino, del eterno femenino, del secreto mundo de la mujer que la escritora expone sin ninguna hipocresía: "No experimentaba placer, sino apenas la extraña satisfacción de estar haciendo lo que estaba predestinada a hacer. Mi mente repasaba bobadas sin importancia. Pensé: "Así que ya está; he aquí el secreto que tanto temía y anhelaba... El perfume, los suspiros, los sostenes morados, los bigudíes antes de acostarme, las ginebras con tónica, los collares: todo para esto. Se me antojó como algo cómico, y hermoso."” (pág 164).
Dejé escapar un gemido, pero él me besó para ahogarlo y me mantuve tranquila, acariciándole las nalgas con las plantas de los pies.Dejé escapar un gemido, pero él me besó para ahogarlo y me mantuve tranquila, acariciándole las nalgas con las plantas de los pies." (pág. 164).
⧫ Violencia machista.
Este miedo secular de la mujer a las consecuencias derivadas de sus actos lo volvemos a encontrar en “Chicas felizmente casadas” en la persona de Baba que ‘felizmente’ casada con Frank Durack al quedarse preñada deberá confesar su desliz al marido al que teme más que respeta. En este tercer relato las dos amigas siguen en contacto y sirven, la una a la otra, de paño de lágrimas ante los problemas en sus relaciones maritales. Como ya he dicho al principio Baba, la menos dotada intelectualmente, es quien mejor sabe navegar por las dificultades. “Millones de mujeres reciben golpes a diario, y yo una vez incluso me vi obligada a desnudarme —con el beneplácito de mi marido— porque tres amigotes suyos habían apostado a que no tenía ombligo.” (pág. 35)
⧫ El humor
Es una de las armas que las dos amigas, Baba y Kate, utilizan para sobrellevar con más o menos fortuna la vida que les ha tocado. Es un humor crítico que toca aspectos de todo tipo: sociales, políticos, religiosos, sexuales…
➟ “—Ésa nunca estuvo muy centrada —comentó el primo Andy—, todo el día con los libros y hablando con los árboles. La madre la tenía muy mimada…
—Ay, su querida madre, qué señora —exclamó Jack Holland, y mientras ponía por las nubes a mamá, los otros dos empezaron a criticar el retrato de Eugene que había encima de la chimenea.
—Fíjate en la napia. ¿Te has dado cuenta? Los de su calaña son los que muy pronto gobernarán este puñetero país —dijo Andy, y añadió—: Qué puta lástima, por Dios bendito; echar a perder así a una chiquilla…
Yo pensé entonces que se habrían llevado una gran decepción de haber sabido que aún no me había seducido, a pesar de que habíamos dormido dos noches en la misma cama.” (narra Kate en “La chica de ojos verdes”, pág. 144)
➟ “Ay, estos irlandeses: especialistas en batallas, asedios y masacres, pero desastrosos en la cama. De todos modos, me lo veía venir. Eso lo hizo cien veces más apetecible que a la mayoría de los depredadores con los que había salido anteriormente, que esperaban que yo les pagase el cine, me violaban en la última fila y luego se me metían en casa a zamparse mis latas de judías y, para colmo, exigían una sesión de sexo sorprendente y novedoso, sin importarles un bledo que me quedara embarazada, porque, claro, a ellos les gustaba natural, sin impermeable.” (Habla Baba en “Chicas felizmente casadas”, pág. 6)⧫ Enfrentamientos sociales y culturales.El humor y la ironía son los recursos más utilizados para mostrar estos enfrentamientos. Si en la primera de las novelas de la trilogía el choque se planteaba entre el campo y la ciudad, -de ahí el título de la narración, “Las chicas de campo”, que venía a remarcar cómo a los campesinos se les veía el pelo de la dehesa por mucho que intentasen disimularlo-, ahora en la segunda entrega de la trilogía el encontronazo se establece entre clase alta y clase baja manifestado de diversa maneras: Uno es el que se da en la pareja de enamorados Eugene y Kate (inglés protestante vs irlandesa católica):
Y aun mientras hacíamos el amor recordé nuestras dificultades, los mundos tan distintos y distantes a los que pertenecíamos. Él tan racional, todo cerebro y cordura que a todos conocía, que sabía todo acerca de todo; y yo, tan maleable, temerosa de todo, irreflexiva, alocada (como él decía), criada (de nuevo, según él) «en la ignorancia de la Edad de Piedra y la barbarie religiosa». (pág. 199)A esta "Edad de Piedra" aludida por Eugéne pertenecen lógicamente “Estas chicas de campo… Recién salidas de la ciénaga”, - dice Simon, un poeta amigo de Eugène-, y todos los paisanos y familiares de Kate que en “La chica de ojos verdes” harán lo imposible para que la chica no se vaya con el separado protestante inglés:
Body irrumpió como Pedro por su casa. Sacó una botella de whisky de la vitrina y empezó a beber a morro. En realidad era orina de vaca que Eugene debía llevarle al veterinario ese mismo día. Tras el primer sorbo, arrojó la botella al suelo y fue a la chimenea a escupir lo que tenía en la boca.(pág. 171)Por su parte, en el tercer relato estamos ante un enfrentamiento de clase marcadamente nacionalista: ingleses, superiores; irlandeses, inferiores
“—Lo superaremos, remontaremos el bache —dijo, llena de piedad hacia él y hacia sí misma—. Seré mejor persona.Entre los iguales, -Kate, Baba y su marido Frank- el choque que existe ahora entre Frank y Kate se da por tener ella estudios universitarios y él no:
Eugene negó con la cabeza y la miró con gravedad; era la mirada de un sepulturero.
—Sabes que no. Llevas las mentiras en la sangre, como los rastreros lacayos de tus antepasados." (pág. 31)
“Hubo una discusión. En realidad fue entre Durack y ella, Kate con sus odas de Keats y él con la escopeta cargada por no tener estudios universitarios.” (pág. 180)
Una novela muy literariaEdna O’Brien esparce literatura por sus novelas hasta anegarlas de ella sin llegar a asfixiar al lector. Las referencias, citas e intertextos surgen de manera natural tanto en “La chica de ojos verdes” como en la última de las narraciones. El propio título de la segunda entrega se inspira en el poeta español Lorca (“Me leyó unos poemas de Lorca; no entendí nada, pero los leía muy bien.”). Pero es un verso de W. B. Yeats, el poeta irlandés más querido por la escritora, el que utilizará para cerrar la segunda de las novelas: “-‘Una piedad inefable se esconde en el corazón del amor’ —dije, achispada a causa del whisky, tratando de hallar consuelo en las palabras”. Ya antes en este mismo relato O’Brien ha aludido a Patrick Pearse, poeta, escritor, profesor, nacionalista y héroe político irlandés, ejecutado por los ingleses tras el levantamiento de 1916.
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del blog que habla de Virginia Woolf
“Era un libro precioso, aunque triste. Se llamaba ‘Suave es la noche’. Me saltaba la mitad de los párrafos, ansiosa por leerlo deprisa, porque quería descubrir si el protagonista dejaría o no a la mujer” (“La chica de ojos verdes”, pág. 3)Pero sin lugar a dudas es la literatura de Virginia Woolf y de otras mujeres que lucharon y escribieron reivindicando un lugar digno para la mujer en el mundo de hombres que les había tocado vivir la que más presente está en toda la trilogía en general y en estas dos novelas en particular. La figura de la autora del grupo de Bloomsbury y en especial su novela “La señora Dalloway” he creído verla en las descripciones que hace de la embotadora cotidianidad que les tocaba vivir a las mujeres de esos años 60:
“Raras veces hablaba con las vecinas. Y no era de extrañar: casi todas eran amas de casa que por las mañanas salían a la puerta a decir adiós a sus maridos, a las once hacían la compra, coleccionaban los tulipanes de plástico que incluían los tambores de detergente, y dirigían cartas al gobierno del condado para solicitar que talasen los árboles de la calle. Estaban convencidas de que los árboles provocaban asma, e insistían en que ella también escribiera para solicitar la tala. ¿Cómo sobrevivían todas esas mujeres?” (“Chicas felizmente casadas”, pág. 18)Una cotidianidad reducida a la casa, sus maridos e hijos:
“Anticipó su jornada: cuatro horas de trabajo, el insoportable efluvio de los productos de limpieza, la estupidez de la suciedad, ropa arrugada, el pánico en los rostros de los clientes que habían perdido el resguardo seguido del alivio al reconocer sus prendas; tomaría un almuerzo de dos chelines con nueve peniques, daría el paseo diario junto al Támesis, que con seguridad arrastraría zapatos viejos y olvidados (¿por qué siempre zapatos sin pareja?) y maderos húmedos y anticonceptivos usados, palomas grises y negras y blancas que, ávidas de alimento, picotearían el semen desechado en las márgenes embarradas; y a las cuatro recogería a Cash de la escuela, lo llevaría al parque para que se montase en los columpios y luego a casa a cenar. Otra noche más” (“Chicas felizmente casadas”, pág. 155)También la sombra y la figura de Sylvia Plath (de su novela poética "La campana de cristal" tengo reseña hecha en el blog. Pinchar aquí) está muy presente en estas narraciones, en especial en la tercera, con mucho la más redonda, la más lograda de todas ellas. La he percibido en las visitas de Kate al psiquiatra y en la opinión que a ella le merecen los tratamientos médicos prescritos:
“Cada semana él les obsequiaba con pastillas y con cincuenta minutos de solaz. Eso prolongaba su embotamiento y les permitía subir y bajar de autobuses, sacar al perro a pasear y acostarse por las noches libres de la tentación de bajar con una almohada a meter la cabeza en el horno comprado a plazos” (“Chicas felizmente casadas”, pág. 121)Final
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del blog que habla de Sylvia Plath