Músicos talentosos, influyentes, que sí gozaron de un reconocimiento en la contemporaneidad que los recibió, como Hugo Fattorusso, Litto Nebbia, Rubén Rada, Fernando Cabrera, Juana Molina o Jaime Ross, no dudan de que el arte de Mateo es una flor que brotó sin que fuera esperada un día antes de aparecer y abrió posibilidades que la música popular empezó a transitar sólo después de esa irrupción. Mientras Mateo vivió, pocos advirtieron su genialidad. Pero también existe un profuso anecdotario de actitudes excéntricas que lograban desorientar a los que lo conocían de cerca y dificultaban su justa valoración como artista: "¿Mateo es o se hace? ¿La música que crea es producto de un error afortunado o un acierto frágil? ¿Una deformidad que necesita oídos nuevos o el olvido? Incluso: ¿podría ser que esto que suena ligeramente fuera de quicio sea efectivamente un error al que le adjudicamos un valor que no tiene?". Mateo en su vida encontró más ceños fruncidos que aplausos. Nada de ese desconcierto alrededor lo hizo renunciar a su divague: el reconocimiento ajeno no parecía desvelarlo tanto como construir canciones a la altura de su desapego mundano.
Oscar Cuervo