Eduardo Mateo: Qué Macana

Publicado el 19 septiembre 2019 por Moebius
Dada la extraordinaria calidad de la obra musical de Eduardo Mateo, puede decirse que casi 30 años después de su muerte persiste una injusta falta de reconocimiento. La onda expansiva de su obra no cesó nunca de extenderse, siempre demasiado lentamente. A medida que pasan los años cada vez es más sólido el prestigio del que goza entre una minoría intensa de discípulos directos e indirectos y nacen nuevas generaciones de admiradores. Pero hay algo en la propia música de Mateo que parece resistirse a la consagración masiva. ¿Alguna vez dejará de ser el gran desconocido popular?. Copio una nota aparecida en La Otra sobre este controvertido artista uruguayo.
Músicos talentosos, influyentes, que sí gozaron de un reconocimiento en la contemporaneidad que los recibió, como Hugo Fattorusso, Litto Nebbia, Rubén Rada, Fernando Cabrera, Juana Molina o Jaime Ross, no dudan de que el arte de Mateo es una flor que brotó sin que fuera esperada un día antes de aparecer y abrió posibilidades que la música popular empezó a transitar sólo después de esa irrupción. Mientras Mateo vivió, pocos advirtieron su genialidad. Pero también existe un profuso anecdotario de actitudes excéntricas que lograban desorientar a los que lo conocían de cerca y dificultaban su justa valoración como artista: "¿Mateo es o se hace? ¿La música que crea es producto de un error afortunado o un acierto frágil? ¿Una deformidad que necesita oídos nuevos o el olvido? Incluso: ¿podría ser que esto que suena ligeramente fuera de quicio sea efectivamente un error al que le adjudicamos un valor que no tiene?". Mateo en su vida encontró más ceños fruncidos que aplausos. Nada de ese desconcierto alrededor lo hizo renunciar a su divague: el reconocimiento ajeno no parecía desvelarlo tanto como construir canciones a la altura de su desapego mundano.


Hoy en Uruguay se le dedica un reconocimiento aún tibio en comparación con la belleza que legó. Se acaba de estrenar la película Amigo lindo del alma, que es a la vez el título de una de sus canciones y una manera simpática de invocarlo. No eran tantos los que cuando vivía estaban dispuestos a tratarlo con esa amabilidad. Los que lo conocieron directamente más bien parecen recordar que era difícil hacerse amigo suyo. Más que un amigo lindo del alma, hizo canciones que hoy deseamos que nos acompañen siempre. Willy Villalobos vio la película en Montevideo y nos cuenta que hay versiones hermosas de algunas de esas canciones y testimonios que oscilan entre la sensibilidad y la tontería. Queda bien hablar bien de Mateo, aunque no siempre logran eso los que se lo proponen. Mejor escucharlo.
Oscar Cuervo