Pese a los demoledores informes europeos sobre el nivel de nuestros alumnos (PISA), la estadística demuestra que tenemos más profesores por alumno que otros países como Finlandia, cuyo nivel cultural entre los chiquillos es sensiblemente superior, al margen de que la totalidad de la población es bilingüe.
No cabe otra reflexión que la del famoso chiste de la trainera vasca, en la que terminaban por viajar un capitán, un director, un jefe de personal, un observador independiente y un solo remero, a quien se echaba la culpa de los malos resultados en la competición.
La decadencia de la educación en España se inicia con la tolerancia pseudoprogresista en la que, con la base del todo vale, se permitía el paso de curso a curso a los alumnos, sin necesidad de otro esfuerzo que el de ir cumpliendo años. Un descenso del nivel en las aulas, unido a la escasa valoración de la disciplina y el esfuerzo en aras de una mal entendida libertad, hicieron el resto, y al paso que seguimos, tendremos “relaxing cup” de café para muchos años en una España más de pandereta que verdaderamente europea. El ministro Wert, con todos sus defectos, trató siempre, de modo más o menos acertado, de devolver esos valores a los educandos y siempre fue ácidamente criticado por ello, tal vez porque quienes mostraron su desacuerdo no pertenecían a ese amplio porcentaje de alumnos por quienes la educación pasa por delante sin dejarles apenas manchas en el ropaje.