¿Qué puedo hacer para calmarme? Esta puede ser la pregunta en cuestión para iniciar un debate de filosofía para niños en el que se traten ideas y propuestas para manejar las emociones cuando estas nos invaden y se necesita la calma, especialmente al tratarse de la ira o la tristeza. Todas las ideas que surjan se pueden analizar conjuntamente y, por votación, seleccionar aquellas que parezcan más sensatas. Estas ideas para calmarse cuando se sientan enfadados o tristes pasarán a formar parte de un mural colgado en la pared (con ilustraciones, a ser posible) al que acudir cuando se necesite encontrar la tranquilidad emocional tras una situación conflictiva.
Cuando estoy enfadado. Este cuento de la editorial SM narra lo que le sucede a su conejo protagonista cuando se siente enfadado, como su título indica, las causas que lo producen y también cómo consigue autorregularse y calmarse tras esa emoción. Una historia mediante la cual iniciar a los niños en la habilidad de manejo emocional especialmente cuando se trata de emociones no beneficiosas o negativas. El semáforo. Esta técnica relaciona los colores del semáforo con acciones a seguir para calmarse en situaciones de pérdida de control emocional. El docente realiza un mural con un semáforo grande en horizontal al alcance de los niños, escribiendo los siguientes pasos en cada luz. El rojo significa alto, para el cuerpo; el amarillo piensa alternativas, respira tranquilamente y toma conciencia de la situación y la emoción, y por último el verde, adelante, pon en práctica la mejor solución. Estas son, en líneas generales, las tres acciones por las que debe pasar el niño ante situaciones de desborde emocional para lograr regularse, y por tanto al introducir el elemento en el aula debe informar a los pequeños de cuál es su función y cuáles son las pautas a seguir para lograrlo: primero rojo, después amarillo y por último verde. A él pueden acudir los niños que lo necesiten, ubicándose delante del círculo de color que refleje el estado en el que se encuentra en el proceso de autocontrol. El zumo de naranja. Con las luces atenuadas y música clásica de fondo (se recomiendan compositores como Mozart), se tumban los niños en el suelo boca arriba. Una vez así, el docente comienza a contarles que son una gran naranja que ha de exprimirse para hacer zumo. Para ello, se tendrá que utilizar todo el cuerpo y toda la fuerza que se posea mediante la técnica de tensar-relajar los músculos. Cuando se tensa, se está exprimiendo, y cuando se relaja, el zumo cae hacia el recipiente. Se comienza con los pies y luego yendo más arriba, por las piernas, la barriga, los brazos y acabado con las manos y la cara. Busco mi equilibrio. Este es un ejercicio de autocontrol y calma. Se trata de jugar a mantener el equilibrio de algo en la cabeza (como un libro, una goma, un peluche... depende de la dificultad que se quiera dar a la actividad), para lo cual es necesario caminar despacio y respirar lento. Se puede elaborar un pequeño recorrido en el aula para llegar a la meta, que sería el equilibrio interior producido por la calma de aminorar el ritmo del cuerpo, que en ocasiones es inadecuado.Marionetas resuelve-problemas. Se trata fundamentalmente de resolver conflictos pero, en lugar de hablarlo cara a cara y personalmente, hacerlo mediante marionetas para facilitar la expresión de los alumnos ante una situación difícil. La rueda cariñosa. Esta dinámica consiste en sentarse todo el grupo formando una rueda de manera que se le de la espalda al compañero de atrás y se tenga en frente la del compañero de delante. Así, es posible que todos realicen un masaje suave en su espalda, pasándoles las yemas de los dedos delicada y cariñosamente. ¡Adiós miedo! Esta actividad consiste en inventar y representar una obra de teatro en la que los protagonistas sean elementos que den miedo a los niños para facilitar a su superación. Así, si cada niño se pone en el papel del elemento que le causa esa emoción y lo interpreta, es posible que poco a poco le pierda el temor. Sawabona. Consiste en poner en práctica una costumbre llevada a cabo por una tribu africana que piensa que cada ser humano viene al mundo como un ser bueno, pero que a veces cometen errores. Cuando alguien hace algo perjudicial o errado, la persona en cuestión se sitúa en el centro y los compañeros lo rodean. Durante un tiempo, le dicen todas las cosas buenas que la persona ya ha hecho, uniéndose todos para levantarlo y para reconectarlo con quien es realmente: “Yo soy bueno”. Se acaba diciendo sawabona, que quiere decir: yo te respeto, yo te valorizo. Eres importante para mí.