Pues no. Resulta que con este “proponemos”, el Gobierno elimina la asignatura de Educación para la Ciudadanía, con el lógico alborozo de la influyente Conferencia Episcopal y de los sectores más retrógrados de la derecha, ya que en ella se trataban los nuevos modelos de familia o los derechos de los homosexuales como, por ejemplo, al matrimonio. También se analizaba la Declaración Universal de Derechos Humanos. En su lugar, habrá Educación Cívica y Constitucional, con materias como la Carta Magna y las instituciones de la Unión Europea, que nada tienen que envidiar en tedio a un discurso de Van Rompuy y poco saben de solidaridad, tolerancia y valores. Esta mañana, parecía como si hubiera dado un salto hacia atrás en el tiempo. Me levanto y oigo y leo (aquí mi influencia católica que, como Santo Tomás, si no lo veo no lo creo) que el progresista ministro de justicia Gallardón va a acabar con la ley de plazos del aborto (hasta las 14 semanas era libre) y ahora las mujeres que quieran hacerlo deberán deshacerse en explicaciones para no acabar en la cárcel. También se suprime un año la enseñanza común obligatoria de la ESO y se avanza la edad de incorporación al Bachillerato y la Formación Profesional: más segregación, más desigualdad, menos conciencia de grupo. Definitivamente, y descartado un viaje astral al siglo pasado, pienso que a este Gobierno no le gustamos los ciudadanos. Y es sólo el inicio del inicio.