No hay comportamiento más mezquino que la crítica irracional, la que se disfraza de libertad de palabra sabiendo que no cuida las posibles variables y que por lo tanto puede hacer daño a alguien. Es propio de una sociedad mediocre que no es capaz de encontrar nada digno de admirar antes que de criticar. Y si no es por malicia y se esgrime que es por ignorancia resulta igual de mezquino, porque desconocer el “posible” dolor ajeno no minimiza la pobreza intelectual y emocional de la crítica no constructiva. Uno tiene que estar muy seguro de tener su casa limpia como para aventurarse a barrer las ajenas
No eduques a tus hijos en la crítica. Enséñales los beneficios de admirar los logros ajenos y aprender de ellos.
Todo y todos somos susceptibles de crítica antes que de admiración. Criticar es más fácil que demostrar la propia valía. Y además es gratis, y se alcanza sin el más mínimo esfuerzo ni capacitación o mérito, porque cualquiera puede criticar diciendo que es libre de opinar. Y eso es lo que creo que ocurre hoy en día en exceso: no se exige una capacitación para opinar, todos podemos hacerlo. Y a menudo la crítica se disfraza de opinión.
Nuestros hijos crecen aprendiendo a criticar antes que a admirar. ¿Acaso no es beneficioso para quien logra algo y para quien es capaz de crecer inspirado en ello? ¿Qué sociedad puede preferir alimentar el rencor a la valía, aunque sea la ajena? Una mezquina y mediocre.
Podéis fijaros en los ojos de mi hijo mayor. No sé… son los de mi hijo y me parecen preciosos. No se aprecia, pero son verdes, herencia de su padre. Rasgados, como parte de mi herencia, que no por elección suya. Si por él fuera habría querido otros ojos que no llamaran la atención; es el típico tímido al que el mejor piropo es aquel que dices en silencio. De pequeño le daba vergüenza que le dijeran que tenía unos ojos preciosos… Ahora le da coraje que le llamen “chino” en el colegio un par de compañeras de clase. Y sé que no es por la comparación en sí misma, sino por la malicia de quien se lo dice buscando agitarle. ¿Y qué hace él?: venir a casa enfadado porque es incapaz de devolverle a esas niñas la libertad de palabra que él también tiene pues sabe el daño que puede causar. Y solo se me ocurre pensar en lo que me alegro de haberle educado en su propia autoestima, y en lo afortunado que es, porque en cuatro años de primaria ya he conocido el caso de dos niños por los que he sufrido sin ser su madre. El primer caso os lo conté aquí. El segundo lo haré en los próximos días.
Pero le entiendo. Camino de 10 años es suficientemente maduro como para saber callar lo que gratuitamente las dañaría, pero se ve preso del coraje que da el “deber” ser correcto aún cuando alguien ni es merecedor de tu empatía. Tiene ahora que aprender a soltar ese coraje demostrando que él no es tan mediocre como para criticar sin un afán constructivo, pero haciendo callar si lo necesita a quien se merece quedar en evidencia por su falta de argumentos críticos racionales y valores éticos y morales. Es parte de su aprendizaje emocional, y eso solo puede experimentarlo él. Yo le ayudo con la teoría
La última vez que hablamos le dije que esas palabras que tenían ahora para sus ojos serán suspiros por ellos algún día, y que entonces sabrán que la indiferencia consciente de un chico interesante hace más daño que la palabrería de unas “metiches”. Ayer vino y me dijo que no se pudo aguantar esta vez sin contestarles; que lo sentía, pero que las había llamado brujas (hasta para contestar es un niño medianamente correcto) Y lo entiendo. A veces es muy difícil ser socialmente correcto con quien no lo merece. Así que le dije que no se preocupase, que no siempre uno puede lograr contener la rabia de la injusta crítica. Y es que a veces la indiferencia no satisface ni calma el desasosiego de quien se siente herido y no querría herir, y necesitamos desahogarnos con una defensa en ataque. Lo mejor es ir adquiriendo la madurez emocional para encontrar el equilibrio que te permite ser feliz a pesar de la crítica injusta, pero eso solo lo dan las experiencias vividas y los años…
Es triste ver a estas edades (9-10 años) los mismos comportamientos mezquinos que nosotros como padres podemos estar mostrando. Podríamos decir que son cosas de niños… pero me perdonarán si digo que yo también tengo un niño en casa que no tiene ese tipo de comportamiento. He decidido que a partir de 9 años hay cosas de niños y cosas de niños maleducados. Es triste ver que lo peor que podíamos enseñar a los hijos, aunque sea solo por copia espejo también se aprende. Se crece criticando porque se aprende a ello en familia. Es imprescindible una educación en valores si se desea un cambio social.
Tú eliges cómo educar: enseñando a criticar todo o aprendiendo a crecer en la admiración ajena. Si son capaces de encontrar lo genial que hacen sus compañeros y aprender de ello crecerán como personas. Es beneficio del admirado, y es posible beneficio del admirador si es capaz de adaptarlo a sí mismo. Ambos crecerán. Si solo buscan criticar a sus compañeros perderán el tiempo porque no estarán aprendiendo nada de ellos en su propio beneficio, no crecerán, y solo estarán mermando sus propias capacidades. Me parece emocionalmente inteligente enseñar estas premisas a nuestros hijos.
Lo diferente es normal. Es lo extraordinario lo que debe llamar nuestra atención.
A admirar de forma saludable también se aprende. También se enseña. Lo diferente es riqueza social, alimento mutuo, crecimiento… Y eso más vale que lo enseñemos de forma temprana a nuestros hijos, o correrán el riesgo de crecer limitados. Muy limitados. En la próxima entrada os enseñaré cómo enseño este tipo de valores a mi hija pequeña. Sí, porque con 21 meses recién cumplidos se puede empezar a enseñar que lo diferente puede ser también muy normal. Y que lo que debe llamar su atención es lo extraordinariamente normal.