Educar en la calma antes de esta crisis sanitaria del coronavirus no era nada sencillo. Todos corríamos de aquí para allí. Todos, con nuestras vidas desenfrenadas y desbocadas. Niños con agendas repletas sin tiempo para aburrirse y, consecuentemente, sin poder aprender a tolerar ese malestar que produce no el saber qué hacer.
Todo era inmediato, urgente, impostergable. Y quienes apostábamos por frenar, por intentar tomarnos las cosas más sosegadamente, dedicando más tiempo a nuestros hijos debíamos hacerlo a costa de menores ingresos y renuncias personales y/o profesionales. Hoy nos ha tocado a todos poner el freno y ver cómo las economías familiares se tambalean. Triste y enormemente lamentable. Pero busquemos algo de luz dentro de toda esta oscuridad. Porque toda crisis puede leerse como una oportunidad para mejorar o cambiar.
Y de esto quiero hablar hoy, fijándome en una de las muchas cosas que este confinamiento nos va a permitir realizar: educar en la calma. Aunque no va a resultar sencillo por no ser algo voluntario y querido, si no impuesto.
Consideraciones previas
En primer lugar quiero empezar diciendo una obviedad. Pero no por más obvias que sean las afirmaciones que a continuación te planteo son menos importantes, de modo que es necesario que no las olvidemos.
Porque recordemos que si hay algo que los niños necesitan es tiempo. Tiempo para crecer. Tiempo para equivocarse. Tiempo para aprender. Tiempo para jugar. Tiempo para aburrirse. Tiempo para ser.
Y si algo les robaba a nuestros hijos esta sociedad en la que hemos querido o nos ha tocado vivir es precisamente esto: tiempo.
- Tiempo para estar en familia.
- Tiempo para vernos, observarnos y amarnos.
- Tiempo para tener conflictos y aprender a solucionarlos.
- Tiempo para escuchar nuestras sensaciones internas y dejar a un lado el ruido, ese ruido ensordecedor que el mundo occidental necesita porque hemos desarrollado un enorme miedo a escucharnos. Escuchar y vernos realmente. Pero esto sería tema de otro artículo y no quiero desviarme.
Educar en la calma, sin prisas, ni urgencias.
Porque de lo que te quiero hablar es de educar en la calma, sin prisas ni urgencias. De esto que nos toca a todos por obligación en estos momentos. Algo a lo que no estamos acostumbrados y que no diré que sea fácil. Mucho menos si debes teletrabajar manteniendo los horarios laborales de tu empresa. Otra cuestión debatible que cuando todo esto acabe deberemos plantearnos como sociedad ¿Quién cree realmente que se puede teletrabajar y tener a sus hijos a cargo al mismo tiempo? ¿Debemos volver a renunciar? ¿A caso no es posible ser más flexible? ...
Pero volviendo a la cuestión, educar en la calma, sin prisas ni urgencias vemos que este confinamiento que debemos seguir por responsabilidad colectiva se hace imprescindible. Y por más que te intenten llenar la agenda de actividades te diré ... disfruta del tiempo. De este tiempo que tienes para ver a tus hijos crecer. Disfruta de ellos, sin miedo a que aparezcan malos ratos, peleas o rabietas ... porque estos también son necesarios.
Siéntate a su lado, sin hacer nada si hace falta. Porque a veces no es preciso hacer otra cosa que estar simplemente ahí. Y de esto te hablé hace tiempo en el post que te recomiendo leer ¡Siéntate conmigo, mamá!
Además los padres no debemos ser tampoco los animadores de nuestros hijos procurando que se diviertan todo el tiempo, tampoco en estos momentos tan duros.
¿Por qué?
Porque deben aburrirse y aprender a tolerar esta emoción que produce sensaciones desagradables. Porque el aburrimiento es un ingrediente indispensable para la creatividad. Y en este sentido y para no alargarme te sugiero leer Mi hijo se aburre ¿para qué sirve el aburrimiento?
Educar en la calma sin sentirte culpable
Y es que resulta que ni aún confinados parece que la sociedad nos deje educar en la calma. Llevamos pocos días de confinamiento y este corre corre al que estábamos acostumbrados aún está implantado en nuestro cuerpo. Y las redes sociales se llenan de actividades para hacer no vaya a ser que nos paremos a pensar demasiado. Yo misma os he propuesto algunas, pero todas ellas son sugerencias para estos momentos o para otros. Sin embargo, nos bombardean con actividades y con el mensaje implícito ... no malgastes el tiempo. No pares, no es bueno parar.
Precisamente, en este instante, mientras escribo estas líneas recibo un mensaje por el whatsapp de padres y madres de uno de mis hijos en el que se comparte un horario tipo escolar para hacer los deberes y estudiar como si los peques estuvieran todavía en el cole. Y no digo que nos sea necesario mantener horarios y rutinas, digo que debemos ser más flexibles para poder adaptarnos a esta situación que no sabemos cuánto tiempo va a durar.
Hecho el inciso y volviendo a este bombardeo constante de cosas por hacer, libros por leer y otras miles de cosas que no debes perderte, insisto que es imprescindible que aprovechemos la oportunidad de educar en la calma sin sentirnos culpables por no hacer todo aquello que otras personas hacen o dicen que hacen.
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Porque quiero que te preguntes ¿qué hay de malo en no hacer lo que te proponen?
Puede que no lo hagas por distintos motivos, pero sea el motivo que sea el por el cual no puedes o no quieres hacerlo ... ¿qué te hace sentir mal? No existen los padres perfectos, ni las madres ni los hijos. Todos somos personas con nuestros más y nuestros menos. Todos hacemos lo que podemos. Y más en estos tiempos tan complejos que nos ha tocado vivir.
Educar en valores desde la calma
Educar en la calma no debería hacerte sentir culpable, ni en éste ni en ningún otro momento. Todo lo contrario. Porque es desde la calma que podemos educar en valores. Solo desde la calma podemos mantener un diálogo verdadero con nuestros hijos, tengan la edad que tengan. Solo desde la tranquilidad y el sosiego podemos escuchar más allá de las palabras. Solo desde la serenidad y alejados de las prisas podemos mirarnos y vernos.
Y es que estos días nos deberían permitir educar en :
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Flexibilidad para educar desde la tranquilidad
Si hay algo que impide educar desde la calma es la rigidez, la severidad o la intransigencia. Y si hay algo que estos días necesitamos todos, pero más los padres y madres con hijos a nuestro cargo, es flexibilidad. Flexibilidad que nos permitirá poder readaptar nuestras vidas a este confinamiento al que estamos obligados a mantener. Flexibilidad que no significa perder de vista ciertas normas, obligaciones y necesidad de mantener determinados hábitos y rutinas.
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Flexibilidad porque no podemos pretender seguir con nuestras vidas como antes. Porque no son como antes. Y los horarios deben adaptarse porque de igual modo que necesitamos nosotros este tiempo para hacernos una idea de que lo que vivimos es excepcional, totalmente distinto a cualquier otra cosa que hayamos vivido antes, nuestros hijos también. De manera que si deseamos educar en la calma necesitamos ser flexibles. Exigir menos, no solo a los demás, si no a nosotros mismos. Y darnos permiso para aceptar nuestras emociones. Estar triste, enfadado o sentir miedo es totalmente válido.
La necesidad de educar nuestras emociones
Hoy más que nunca debemos aprender a educar nuestras emociones y ello pasa por permitirnos sentirlas sin dejar arrastrarnos por ellas.
Uno de los primero pasos como te mencionaba es darnos permiso para sentir pero también para hablar de nuestras emociones. Y por supuesto permitírselo a nuestros hijos también. Y ello requiere flexibilidad. Dejar que los niños puedan sentir en primer lugar lo que sientan y expresar sus emociones sin que nadie les diga que dejen de llorar, de tener miedo o de sentirse tristes.
Para no extenderme te dejo con otros dos artículos relacionados que creo que pueden ser de gran ayuda estos días.
Los niños son esponjas, tu calma es su calma
Y ya por último, solo quiero añadir otra obviedad: los niños son esponjas. Absorben nuestros comportamientos y emociones. Nuestra forma de afrontar cualquier situación afecta, sin duda alguna, a su modo de entenderla, la copian y la imitan. De esto te hablé en El efecto bumerag de nuestras emociones hace mucho tiempo, allá por el 2014. Pero te aseguro que hoy en día este post es igual de vigente.
Ten presente esto porque tu calma es su calma, un niño no puede permanecer tranquilo si su entorno le envía mensajes de angustia, miedo, urgencia, perturbación o miedo.
Y aunque es cierto que todas las emociones son necesarias también es cierto que todas cuando se desbordan son potencialmente dañinas.
Parar máquinas
Este periodo excepcional que estamos viviendo debería hacernos parar y pensar. Pero parar realmente y no solo parar de salir a la calle. Me refiero a parar para poner freno al ritmo frenético que hemos llevado y que intentamos seguir llevando aún en el confinamiento.
Este parón debería hacernos ver que nuestros hijos necesitan que les prestemos atención, que estemos con ellos pero también que les dejemos espacios de para su autorregulación. Educar desde la calma también significa no tener prisa por calmar una rabieta, un llanto o resolver una pelea entre hermanos.
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Conclusiones
Espero que tras leer este post nadie se sienta juzgado porque este no era el cometido, no es mi papel el de juez. En cambio sí pretendo que reflexionemos juntos, veamos juntos la necesidad de criar y educar a nuestros hijos de otro modo. Y vaya por delante que educar en la calma nada tiene que ver con sobreproteger, porque es justamente lo contrario.
Educar con calma tiene que ver con dotar a nuestros hijos de la suficiente autoestima, autonomía e independencia para que puedan llegar a la adultez con la seguridad de que podrán valerse por sí mismos. Y para ello necesitamos tiempo para que se equivoquen sin tener miedo a que les reprendamos una y otra vez o a que haya alguien detrás haciendo sus tareas por ellos.
Para finalizar solo deseo que te encuentres bien, tú y los tuyos. Cuidaros mucho. Saldremos de esta situación transformados, seguro, espero que para bien. Yo confío en ello.
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