A ser feliz se aprende, como todo en la vida, y se aprende por imitación. Siempre he pensado que la suerte y la felicidad son sólo el reflejo de nuestros ojos. ¿Quién es feliz? Pues en la mayoría de los casos los optimistas son felices, los optimistas tienen suerte, porque como he dicho más arriba tienen una visión de las cosas que les hace sentirse así. Creo firmemente que se puede ser feliz y que se puede aprender a serlo. Para ello hay que educar el optimismo y si conseguimos un hijo optimista tendremos un hijo afortunado y feliz. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo educar el optimismo? Como todo, dando mucho ejemplo. Veamos:
Quería ir al parque a jugar a la pelota con mi hijo, ya lo habíamos hablado y estábamos ambos muy animados con la idea. Antes de salir empieza a llover (vivimos en el País Vasco). Tengo dos posibilidades: la primera decirle a mi hijo que no podemos salir porque llueve y el parque estará mojado. A eso añado algo de lamento y ya tenemos tristeza, mala suerte, pesimismo y un poco de infelicidad. Tengo también la posibilidad de decirle a mi hijo que no habrá fútbol pero que se ponga las botas de agua, que vamos a ir a saltar en los charcos, que vamos a mirar la lluvia y que quizás luego salga el sol y haya un arco iris.
Cada decisión que tomamos, cada vez que mostramos una actitud hacia algo en el día a día estamos educando. Hay que cuidar que el estrés no aparezca demasiado en nuestra vida, o que no aparezca cuando estamos con nuestros pequeños que tienen derecho a disfrutar. El trabajo a veces nos roba la sonrisa, el buen humor y el estado de ánimo. Evitarlo sonriendo mucho, siendo optimista y poniendo bueno cara al mal tiempo es transmitir a nuestros hijos un mensaje mágico ¡Viva la vida!
Divertirse con la familia es una de las cosas más positivas para el equilibrio personal y las relaciones sociales futuras.
Educar la autoestima, el respeto y el positivismo es educar en la felicidad.