Educar para la democracia

Por José José Avilés Vega @joseavilesvega

Atravesando todavía un verano atípico en lo que a climatología se refiere, poco a poco nos vamos encaminando hacía septiembre, mes en el que o recuperamos lo perdido en el curso anterior o vamos preparando la cartera para el próximo. Sobre este tema, el de la educación, se ha hablado y se habla bastante a cuenta de la “ley Wert”.

Para señalar la importancia de la educación, el Gobierno suele acudir a la relación que hay entre el nivel de estudios y una economía competitiva. Siendo esto cierto y en absoluto desdeñable, la educación -aparte de ser imprescindible para el desarrollo individual de cada ser humano- tiene una dimensión pública mucho más decisiva que la económica. Y es que a mejor calidad de la educación, mejor calidad de la democracia.

Una madre participa en la enseñanza de los alumnos. La formación es cosa de todos, pues de la calidad de la misma depende nuestro futuro.
[Foto: María del Mar Castro García. CEIP Miguel Hernández "la cigüeña" de Brenes (Sevilla)]

Las humanidades, relegadas por el proyecto educativo del Gobierno, juegan un papel fundamental, pero no el único. Por ejemplo, en biología los alumnos podrían aprender que los seres humanos comparten una misma naturaleza, sin que ningún hecho objetivo justifique aplicar a unos normas distintas que a otros. Esta igualdad esencial está en la base de la democracia. La historia debería servir para comprender las ventajas e inconvenientes de determinadas configuraciones políticas. La filosofía enseña que no hay que partir de cero cada día: ya ha habido mucha gente que ha pensado por los demás, y aunque muchos debates sigan abiertos, no conviene inventarlo todo cada día. La literatura y el arte sirven para comprender inquietudes individuales, muchas de ellas universales, y son la viva demostración del espíritu crítico.

Los ciudadanos educados correctamente están más preparados para entender los grandes desafíos sociales y políticos de nuestro tiempo. Por ejemplo, qué sentido tiene la democracia parlamentaria. Cuál es la función de una cámara de representantes, cuáles son las obligaciones de un gobierno, qué significa la separación de poderes. Pueden aprender a distinguir entre responsabilidades penales y responsabilidades políticas, algo que desgraciadamente, algunos tienen mucho interés en ocultar.

La LOMCE no supone el cambio que necesita la educación en España, sino que mantiene la mayoría de los defectos de las anteriores leyes. Unos defectos que explican por qué hoy se conocen casos de corrupción, nepotismo, ostracismo y demás irregularidades con la indolencia de la mayoría de los españoles.

Toda la conversación política en España se centra en lo que hace o dice el Gobierno, olvidando que es en el Parlamento donde están los representantes legítimos de los ciudadanos. Que es al Parlamento al que corresponde, además de aprobar las leyes, controlar al Ejecutivo. Si esto no se hace así es también por un fracaso educativo en esta materia.

De una educación de calidad nace una democracia de calidad. Y una democracia de calidad, que garantiza la igualdad de oportunidades y la igualdad ante la ley, propicia también un país con confianza en sí mismo, capaz de garantizar la seguridad jurídica, de crear riqueza y de atraer inversiones extranjeras. Aunque la democracia no se justifique por dinero, la prosperidad es una de sus consecuencias. Un país donde el Parlamento es relegado y el gobierno se esconde, un país con tal pobreza democrática será visto con desconfianza y lo pagará también económicamente.