A TRAVÉS DE PUERTAS y a lo largo de pasillos, lo arrastraron hasta el agujero en el piso catorce. Le arrancaron la ropa sin dejar de darle puñetazos, patadas y de lanzarse insultos. Lo tiraron desnudo sobre el suelo de cemento y cerraron la sólida puerta de acero. Cerraron con llave y se quedó atrapado en la negrura estigia. Todo su cuerpo era una masa de dolor punzante. Con cada respiración, llamaradas de fuego le recorrían el cuerpo. Tenía una costilla rota y el tobillo derecho estaba tan hinchado que no podría haberlo rodeado con ambas manos. El dolor más insoportable procedía del ojo derecho. Le ardía y, si se lo tocaba, sentía la piel tan hinchada como si le hubieran puesto media naranja en la cara. Si respiraba por la nariz, unas punzadas ardientes que lo torturaban le cruzaban el ojo. Si respiraba por la boca, el aire al pasar por los nervios expuestos de los dientes rotos le enviaba un tipo de dolor diferente al cerebro. Aun así, respirar por la boca dolía menos que dejar la lengua colocada encima de los dientes.
Edward Bunker. Huida del corredor de la muerte. Sajalín Editores, 1ª edición, mayo de 2014. De la traducción: Zulema Couso. De la imagen de cubierta: Danny Lyon / Magnum Photos / Contacto. Fotografía perteneciente al libro Conversations with the Dead.