Edward J. Burn: CONVERSACIONES CON DAVID FOSTER WALLACE - POR QUÉ, COJONES

Por Francescbon @francescbon
¿Me es permitido ponerme un pelo endogámico, con ligero regusto rencoroso y cierto aroma a retranca?. ¿Sí?. Pues bueno, allá vamos: este blog, que lleva mi nombre y mi apellido, con lo cual no sólo me he expuesto a que cualquier cotilla que no me quiere bien pueda reírse panza arriba de cada letra que escriba, sino que también he renunciado a ponerme nombres de mayor tirón comercial como vivenciasdeunrebelde o aquíescribeunservivo o sinotegustanololeas, recibe cada vez menos visitas. Ya he comprobado en mis carnes, experiencias americanas que sirven lo suyo, que el jugueteo del título desorientador sólo hace que alejar a los que se acercan por curiosidad a leer las opiniones sobre algo. Sí, hace pocos días que me reía de eso. Pero entonces no había reparado en lo cochambroso de mis estadísticas. Aunque sea por quienes, desesperados de no sintonizar nunca mi longitud de onda, hayan renunciado, o los justamente enfadados porque no llevo bien lo de la reciprocidad en los comentarios, creía haber constituido una masa crítica de la que recibía, puntualmente, espoleos. Volveré a partir de cero, si hace falta. En unos pocos meses este blog llegará a sus 1000 posts, lo cual puede que sea una trampa si contamos entradas traducidas, chascarrillos o meros links junto a unas líneas. Pero va, que alguien llegue a esa cifra.Así que el título va a ser descriptivo y voy a procurar respetar ciertas premisas que no me permito cuando publico bajo otras enseñas. Aquí van a haber vísceras, insultos, palabras malsonantes y sangre por el suelo. Esta es mi casa y la limpio cuando va bien.
Deborahlibros sabrá perdonarme: casual fue que el 1 de Enero coincidiéramos a tres bandas hablando del mismo portentoso libro de DFW, pero que yo comente hoy el mismo libro que ella hace un mes no lo es en absoluto: leer su reseña me empujó a hacerme con el libro, a esperarlo a través de la biblioteca, y a invertir menos de un día en leerlo, con una urgencia, una avidez y una terrible sensación de haberme reprimido por no subrayarlo, anotarlo, transcribirlo, o hasta de honrarlo(...) inaugurando mis carnes tatuándome alguna de sus frases. Sí señor: justo como aquel lejano libro de entrevistas con Bolaño, las palabras de DFW, recogidas aquí en 19 entrevistas ordenadas cronológicamente desde 1988 hasta 2005, más una semblanza biográfica final (final) brillan poderosamente en la noche barcelonesa. Qué queréis que os diga: que en esos 17 años que transcurren desde el nervioso veinteañero que ha publicado La escoba del sistema, retocando una brillante tesis doctoral en forma de novela hasta el amable, comedido y triste hombre de 43 años de la última entrevista, sin perder un ápice de locuacidad, de extensión creativa, de desparpajo cultural y culturalista, DFW se muestra en una diversidad de facetas (en función básicamente de la extensión de las entrevistas y el tono más distendio o más intelectualizado del entrevistador de turno) que no hacen más que provocarme esa desagradable sensación de ahogo, de congoja porque con 46 años dijese ya basta, por el puto medicamento contra la depresión que había dejado de hacer efecto y en compañía de sus perros.Los habituales deben comprender ésto: tal como dice en algún lado el libro, junto a otros calificativos todos ellos elogiosos sin coba ni más dulzura de la necesaria, DFW cambió el paradigma literario. El mejor de su generación, el más brillante, bla, bla y bla. Todo eso puede ser verborrea hasta que se experimenta en la puta carne de uno mismo. Desde que he leído esos ensayos y, ahora, cuando la impresión de notar su caída de ánimo conforme cumplía años aún perdura en mí, todo lo que escribo lo paso por la vara de medir de su talento. Por eso es tan difícil que salga algo. Hasta estas palabras, que son un panegírico de poca monta, torpe, inexacto e indocumentado pero que saldrán a la luz porque hago trampas con la justicia poética, me parecen indignas de un descarte de borradores suyos que acabarían en un rincón de su escritorio repletos de tachones. Si os interesa el autor, comprad este libro. Si os interesa cualquier autor, comprad este libro. Si queréis comprender el proceso de la escritura y la combinación a partes bastardas de alienamiento y ensimismamiento que ello supone, comprad este libro. Compradlo, leedlo, tenedlo, conservadlo, recomendadlo, miradlo y acariciad su lomo. Abridlo al azar y haced así con el dedo, como cuando se le da una cucharada con comida a un bebé, y allí habrá una frase brillante, un pensamiento honesto, a veces socarrón, a veces complejo y difícil, pero siempre meditado, excesivo, valioso y, lamentablemente, casi, casi seguro irrepetible.