Eerie, Rufus y el Desalojado

Publicado el 04 mayo 2011 por Juancarbar

Cuando James Warren sacó a la calle el primer número de Eerie en 1966, ya llevaba siete años abriéndose hueco en el mercado del comic norteamericano. Eerie era un magazine que había nacido como competidor de Creepy, otra revista de similares características dentro de la misma editorial. El formato en blanco y negro y con mayor tamaño que el comic-book pretendía evitar los problemas con el estricto Comics Code que habían dado al traste con la editorial EC la década anterior. Warren ofrecía publicaciones destinadas a un lector adulto en donde pudiera destilar unas gotitas de sexo y generosas dosis de truculencia. Dos años atrás había descubierto la fórmula con Creepy, aunque ya desde 1958 se había destapado con Famous Monsters of Filmland. Los magazines de Warren mezclaban el terror, la fantasía, la ciencia ficción y un humor muy negro en historias cortas autoconclusivas normalmente introducidas por un mordaz anfitrión al estilo de las sesiones televisivas de películas de serie Z tan populares en los Estados Unidos. Ustedes seguramente habrán visto a Elvira o al dicharachero esqueleto que presenta cada segmento en Creepshow, la película de George A. Romero.

No se quedaría ahí el inquieto Warren y a mediados de los 70′s recupera en una nueva revista The Spirit, la histórica creación de Will Eisner, reeditándola para el público americano. Se trata de la misma publicación que en España llegaría a través de la editorial Garbo, y que a muchos nos descubrió un nuevo mundo más allá de Spiderman y El Capitán Trueno. Otras publicaciones de Warren que también veríamos por estos lares más o menos reestructuradas a lo largo de dos décadas a cargo de diferentes editores serían Vampirella, 1984 y Comix Internacional. Por las páginas de las revistas de Warren desfilaron talentos como Berni Wrightson, Richard Corben, Neal Adams, Alex Toth, Wally Wood, Al Williamson y Álex Niño, ilustrando guiones de Doug Moench, Bruce Jones, Rich Margopoulos, Gerry Boudreau y Steve Skeates entre otros. A principio de los 70′s se produce el famoso desembarco español de la mano de la agencia Selecciones Ilustradas de Josep Toutain. Es el momento de Esteban Maroto, Fernando Fernández, José González, Josep Mª Beà, Luis García y Vicente Alcázar, artistas todos ellos que luego redescubriría el público español en las propias revistas de Toutain durante los años 80. Las portadas eran lo más atrayente que se había visto hasta el momento. Despatarrantes creaciones de Frank Frazetta, Boris Vallejo y Ken Kelly, a quienes se unían los españoles Sanjulián, Enrich y Segrelles. Verdaderos cuadros con una calidad fuera de lo común en el mundo del comic.

Al principio Eerie se centró en caracteres clásicos del terror como Drácula, el Hombre Lobo y la Momia, pero poco a poco se fueron incorporando otros personajes de producción propia que llegaron a protagonizar seriales dentro de la revista. Allí es donde se reeditó el Manly de Esteban Maroto rebautizado como Dax el Guerrero, un trasunto de Conan rubio y más elegante, que se movía por un mundo onírico de esteticismo desbordado. Richard Corben dibujó Niño, un monstruo de Frankenstein con un corpachón intimidante y rostro infantil. Otros personajes recurrentes eran Schreck, que dirigía un serial de zombies; Hunter, una historia apocalíptica post nuclear, y Exterminator One, sobre un robot asesino. Eerie duró 139 números hasta que Warren entró en bancarrota en 1983. En la actualidad las publicaciones de Warren han sido rescatadas por la editorial Dark Horse en Estados Unidos. Tanto los archivos de Creepy como los de Eerie están siendo reeditando en lujosos tomos a buen ritmo y con unas ventas considerables. Aquí Planeta De Agostini ha tomado el relevo y está duplicando la edición de la editorial norteamericana, con tres tomos ya de Creepy en las tiendas, y anuncia para ya mismo la publicación también de Eerie. Aprovechando esa circunstancia vamos a echarle un vistazo a una de sus historias más emblemáticas.

En España Eerie se publicó durante los años 70 rebautizada como Rufus. Primero a través de la editorial Ibero Mundial de Ediciones, a la que luego tomaría el relevo Garbo publicando toda una gama de revistas de misterio y terror pioneras en nuestro país. Eran Dossier Negro, Vampus, Rufus, Vampirella, Famosos Monsters del Cine y Spirit. En Rufus se publicaban las historias que Warren editaba en Eerie, pero también se echaba mano a páginas de Creepy y otros magazines. Así fue hasta que 56 ejemplares después la editorial Garbo echó el cerrojazo en 1978. Después de eso, a un joven aficionado como era entonces el que esto suscribe sólo le quedaba pasar los domingos de su infancia en el rastro rebuscando ejemplares de segunda mano. Allí fue, escarbando en medio de los últimos Spirit, donde encontré la impactante portada del número 2 de Rufus. Entre sus historias se hallaba una proviniente del número 39 de Eerie llamada El Desalojado. Originalmente titulada The Disenfranchised, me dejó, como si de un primer amor se tratara, marcado para siempre desde el primer momento en que la vi. Yo aún no lo sabía, pero el responsable de ese impacto era un dibujante llamado Tom Sutton a quien ya conocía por un magnífico trabajo suyo que seguía con avidez en otra de mis revistas favoritas, El Planeta de los Monos de la editorial Vértice.

Sutton era un artista se había curtido en las publicaciones de Warren con su estilo sucio, feista, inquietante, pero tremendamente atractivo. Sus mujeres eran el colmo del misterio y la voluptuosidad y por ello se ganó el honor de dibujar por primera vez a Vampirella para la nueva revista de la editorial. Estaba claro que el trazo de Sutton estaba destinado a ilustrar relatos de terror y fantasía. Incluso cuando hizo una incursión en Marvel no se saldría de esa misma línea. Sutton no era del tipo que hacía superhéroes. Lo suyo eran los personajes inquietantes como El Hombre-Cosa, que también dibujó para la misma editorial. Su mejor trabajo, sin embargo fue también en La Casa de las Ideas. Durante toda la existencia del magazine The Planet of the Apes se encargó de Crónicas de Historia Futura. Un serial desbordante, alucinógeno, con páginas impactantemente grandiosas de diseños enmarañados. Su aportación fue una maravilla muy pobremente impresa aquí por Vértice, que toda la crítica coincide en señalar como la cima de su talento y un comic que les recomiendo encarecidamente, les gusten los monos o les sean indiferentes.

The Disenfranchised cuenta con guión de J.R. Cochran, editor a la sazón de la revista. Introducida por los sinietros juegos de palabras del primo Eerie, cuenta la historia de Harold, el pacífico e inocente hijo de un carnicero que ve cómo su padre pierde su vivienda y el negocio que regenta a manos de los especuladores inmobiliarios. El hombre fallece por el sufrimiento, y el muchacho, que no puede superar la angustia, enloquece por la presión. La magistral página en la que Harold pierde la cabeza troceando un pedazo de carne me impresionó profundamente. Sutton mueve su cámara de un plano general a un primerísimo plano mientras crece la exasperación del protagonista, que alcanza el climax cortandose su propia mano y reemplazando el miembro amputado por un hacha de carnicero. La transformación del rostro de Harold lo convierte en lo que parece la versión diabólica del Hombre que Ríe de Conrad Veidt llevada al extremo. La penumbra, los rasgos crispados, el frío que se puede cortar, Sutton juega con todos los elementos que domina a la perfección para construir un ambiente sobrecogedor.

Cada página es una desasosegante lección sobre el lenguaje de la narrativa gráfica. Las viñetas se suceden dirigiendo la mirada del lector, y el trazo del dibujante le envuelve a medida que va pasando las páginas hasta lograr que se meta dentro del escenario, que sienta el frío y la oscuridad, que mastique la angustia hipnotizado por la mirada perturbada de Harold y su heladora sonrisa, convertida en un rictus perpetuo. Los personajes diseñados por Sutton, casi arquetípicos, se retuercen hasta convertirse en una caricatura grotesca de lo que fueron. Por supuesto, Harold deambulará por la ciudad con la mente totalmente revuelta, mascullando su frustración y haciendo justicia a golpe de hacha. Una tensión que se irá edificando y creciendo hasta culminar en una última viñeta que cuando la comtemplé en su momento, hace más de treinta años, no pude olvidar nunca más. Treinta años de rebuscar por polvorientas estanterías hasta conseguir recuperar este comic mágico, sobrenatural, brutal, al que pone voz el guión de Cochran a través de la mente torturada de Harold. Un contínuo monólogo interior que pone de manifiesto las contradicciones de la sociedad del bienestar y una historia tan actual que asusta pensar que podría darse en nuestra realidad hoy en día. O a lo mejor no.

Fran G. Lara