Efectividad: ¿Hay algo más aparte de GTD®?

Publicado el 28 septiembre 2018 por Jmbolivar @jmbolivar

Preguntaban recientemente a David Allen si, aparte de GTD®, existe algo más en el campo de la gestión personal que merezca la pena explorar.

Su respuesta fue rotunda: «Francamente, no hay nada en el campo de la gestión personal más allá del propio proceso GTD. Mucha gente confunde GTD con algo que tiene que tener todas las sugerencias del libro en algún formato; y la mayoría de la gente piensa que GTD es un sistema en lugar de un proceso sistemático, que es lo que realmente es. Cualquier cosa que personalice GTD, o diga que va más allá, es simplemente decir que para algunas personas en ciertas circunstancias ese proceso sistemático puede parecerse a X, Y, o Z.

Cualquier cosa que le permita sacar algo de la mente a alguien, que cree más espacio cognitivo y libertad para estar presente y poner la atención donde se desee, sin distracción, es GTD. Si pudieras contratar a 40 personas para que te sigan a todas partes, donde sea, en quienes confíes, descargando en ellas cualquier idea o recordatorio potencial futuro sobre cualquier cosa y guiándote a través de cualquier pensamiento que necesites hacer sobre cualquier cosa, en el momento apropiado, sin necesidad de ninguna herramienta o proceso adicional, eso también sería GTD».

¿Qué opino yo al respecto? Pues si a la pregunta le añadimos «en estos momentos», estoy 100% de acuerdo: no, no hay nada más (serio y validado) aparte de GTD®.

Ahora bien, que no lo haya actualmente es distinto de que nunca jamás vaya a haberlo. En este sentido, discrepo con la afirmación de Allen de que cualquier otra forma de combinar y plantear los principios productivos presentes en GTD® sea también GTD®.

Es cierto que GTD® no es un sistema, sino un proceso sistemático o, dicho con otras palabras, una metodología. Cuando la gente habla de un «sistema GTD®», está reduciendo «el todo» a una de «sus partes», ya que se está refiriendo únicamente a uno de sus elementos, que es el sistema de organización personal.

El hecho de reducir GTD® a un sistema, o a una herramienta, aunque sea algo habitual, no deja de ser un error, puesto que deja al margen los principios productivos, las técnicas y los procesos que constituyen la esencia de la metodología y sin los cuales el sistema o la herramienta carece prácticamente de valor.

Por otra parte, GTD® es algo más que un proceso sistemático, y este es uno de los puntos en los que discrepo con Allen, porque considero que reducir la metodología a un proceso es también un error. Creo entender que lo que Allen intenta transmitir es que el proceso GTD® es el resultado de aplicar una serie de principios productivos universales y, como tal, es algo tan atemporal como los principios que refleja, pero GTD® es más que eso.

Además, la afirmación que hace Allen de que en el libro plantea «sugerencias» es más que discutible. Para mí, y creo que para la mayoría de las personas que lo han leído, el libro es un manual de instrucciones específicas y concretas sobre qué hay que hacer y, en muchas ocasiones, incluso sobre cómo hay que hacerlo.

El motivo de mi discrepancia con Allen reside en que, se quiera o no, GTD® es también todo el conjunto de conceptos, técnicas, estrategias y mejores prácticas que utiliza y propone y estos, a diferencia de lo que ocurre con los principios productivos que constituyen la metodología y con el proceso que los refleja, ni son universales ni mucho menos definitivos.

Y por si todo lo anterior fuera poco, GTD® es además una pedagogía, es decir, una forma concreta de plantear y explicar todo lo anterior.

Me parece que pretender que cualquier otra posible forma – actual o futura – de explicar y aplicar los principios productivos de GTD® y su proceso, utilizando otros conceptos, técnicas, estrategias o mejores prácticas diferentes, sea también GTD®, es ir un poco lejos.

El valor de GTD® procede sin duda de los principios productivos que revela, de su integración y del proceso que plantea para aplicarlos. Pero esos principios productivos ya estaban ahí antes de GTD® y partes de ellos están presentes en otras metodologías distintas de GTD®.

Una parte considerable del valor de GTD® procede de haber integrado y dado sentido a todos estos principios productivos universales en un único proceso, y otra parte, igualmente significativa, también proviene de los conceptos que emplea y de las técnicas, estrategias y mejores prácticas que propone, así como de la pedagogía que utiliza.

Por resumir, la esencia de GTD® es inmutable, pero todo lo demás, que es la mayoría y lo que se conoce como GTD®, no lo es.

En mi opinión, y en la de muchos usuarios de GTD®, algunos conceptos podrían estar mejor elegidos (p.e. «proyecto»), algunas técnicas y estrategias podrían ser mejores (mucho mejores, en algunos casos) y hay ciertas mejores prácticas que distan mucho de serlo. Y, sobre todo, la pedagogía del método, que para mucha gente resulta farragosa, podría ser considerablemente mejor, como habrás comprobado si has leído el libro.

En resumen, creo que hay que mantener el sentido crítico y «dar al César lo que es del César». Es cuestión de honestidad y de credibilidad. Es indudable que actualmente GTD® es el nuevo estándar en efectividad personal, pero del mismo modo que usar listas es distinto de usar GTD®, estoy seguro de que también hay – y habrá – distintas, en plural, y posiblemente mejores, formas de aplicar y explicar los principios productivos y el proceso que propone GTD®.

Y precisamente por eso, iniciativas que, como OPTIMA3®, buscan construir sobre lo que aporta GTD® y mejorarlo, tienen sentido.