Franco Vielma
La campaña de Henri Falcón, único líder antichavista visible en el marco de la contienda presidencial venezolana del 20 de mayo, ha traído mesiánicamente el tema económico como oferta política y ha prometido que de llegar al gobierno, dolarizará la economía venezolana, apoyado en el director del banco Torino Capital, Francisco Rodríguez.SViabilidad económica de la dolarización: ¿Puede ser peor la cura que la enfermedad?
¿Es una solución automática a la inflación? La gran pregunta y su aplicabilidad para Venezuela se basa en la experiencia de otros países del mundo que, antes de dolarizar, sufrieron hiperinflación pero no vivieron ciclos altamente inflacionarios como los de Venezuela en los últimos 30 años. Es decir, la nación petrolera a diferencia de esos países sufre un proceso de inflación estructural que ya se vislumbraba desde el auge del “efecto petrolero” en la economía real y que explotó, llegando para quedarse, desde el “viernes negro” del año 1983. Así que es necesario reconocer esa inercia. En términos de la economía clásica, los precios de los productos fuera de regulación se enmarcan en la facultad de los que están dispuestos a pagarlo frente a la oferta, o quienes estén dispuestos a venderlo. En Venezuela, aún en tiempos de plena oferta de productos ha habido inflación, esto debido al factor especulativo. Si suponemos un cambio de moneda, ¿podríamos afirmar que las conductas especulativas no se trasladarán de una moneda a la otra? Más importante es ver las condiciones actuales en las que sería implementada una dolarización: una subjetividad económica del saqueo, cartelización de precios, oligopolios que controlan la oferta y en consecuencia los precios, une dependencia importadora enorme, conductas políticas de los agentes económicos trasladadas a la economía y el uso de ella para desestabilizar, el afán de lucro que signa la subjetividad económica venezolana, y paremos de contar. Ronald Balza, decano de la Facultad de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), ha dicho: “No estoy de acuerdo con la dolarización”, esto en el marco de una conferencia en 2017. A su criterio, la dolarización “no elimina los incentivos económicos a la corrupción”, que sabemos, en Venezuela, es un problema transversal que va desde instancias gubernamentales, empresariales y hasta la actividad comercial, generando una cadena de sobredimensionamiento de los costes y precios finales que terminan en los hombros de los consumidores. Perder la independencia financiera. Emitir moneda es una facultad inherente a los Estados, es un asunto de soberanía. “Si aceptas dólares tienes que estar en manos de la Reserva Federal de EEUU, que es el que va a manejar la política monetaria de Venezuela”. Esas palabras vienen del diputado antichavista José Guerra, principal abanderado de los temas económicos en el parlamento dominado por la oposición. La facultad de los Estados de emitir su propia moneda y regular su actividad monetaria tiene muchos atributos. Es la facultad de generar circulante, de cubrir necesidades internas, ordenar el presupuesto y regular en la economía interna los embates de otras monedas en el contexto económico global. Esto último es sumamente importante. Asdrúbal Oliveros, de la firma Ecoanalítica, quien también tiene algunas posturas adversas a la dolarización, afirmó para el canal Globovisión que si se dolariza “EEUU podría adoptar una política monetaria que no sea de interés para Venezuela”. Es decir, el país queda sujeto a instancias externas sobre las cuales poco o nada se puede hacer. Pérdida de soberanía al largo plazo. En Latinoamérica, Panamá, El Salvador y Ecuador han dolarizado sus economías a la sombra de políticas de tutelaje financiero implementadas por EEUU. La subordinación de estas economías al largo plazo y la ausencia de bancos centrales es vestigio de que se implementó un modelo monetario por razones coyunturales, pero que se ha consolidado durante décadas. Si bien la dolarización ha tenido atributos en esos países, como favorecer la regulación de la inflación, el costo ha sido alto en la medida en que esas economías han sufrido vaivenes originados en Washington como las depreciaciones o revaluaciones artificiales del dólar. De hecho la dolarización es una trampa, al punto de que en dichos países se reconoce que, aunque esta no es una panacea, salir de ella para volver al modelo de moneda nacional generaría desbarajustes dramáticos que serían difíciles de resolver en un cuadro de suma vulnerabilidad generada por la misma penetración del dólar en la economía real. Algunas de las consecuencias que se originan cuando se intenta dar atrás con la dolarización son la caída del PIB, la fuga masiva de capitales y el deterioro del tejido económico. Una eterna cárcel.Una Venezuela dolarizada tendría que suprimir sus programas sociales de manera definitivaEl problema del ingreso petrolero. Implementar una dolarización debe considerarse en la medida de cómo está estructurada la economía de un país. Venezuela ha sido por largo trecho un país donde las exportaciones e ingresos por divisas vienen de la mano del Estado, por medio de sus exportaciones petroleras y no petroleras por un orden del 96% de los ingresos. Cuadro que ilustra la formación económica parasitaria y dependiente de la renta del sector privado venezolano. Para Asdrúbal Oliveros, Venezuela tiene riesgos particulares al dolarizar por su dependencia del ingreso extranjero y por la fórmula del mismo. “Ante la disminución del precio petrolero Venezuela podría, en el caso de estar dolarizada, sufrir una baja de crecimiento económico realmente importante. Adicionalmente pasaría por un choque externo muy fuerte y no tendría una política económica con la cual defenderse”, comentó el asesor económico de la oposición. Esa última referencia de Oliveros apunta a la facultad del Estado de anclar su propia política monetaria. El problema de nuestra inercia y precaria industria. Según Oliveros, dolarizar Venezuela implica una pérdida de competitividad y una profundización del rentismo, “dificultaría la diversificación de las exportaciones”. Esto debido a que una moneda fuerte (o sobrevaluada, como el dólar) sería una carga en una economía como la venezolana, de altos costos reales de producción, alta dependencia importadora y una industria en esencia poco competitiva (destinada a generar exorbitantes beneficios, pero jamás a bajos precios). Los productos venezolanos no podrían competir (por estar dolarizados y ser de alto costo) con los de otros países, “la industria nacional pasaría a tener graves problemas para desarrollarse, generando desempleo”, añadió. “Venezuela es el peor país para dolarizar”, remató el director de Ecoanalítica. Las turbulencias externas. El dólar transita por sus peores momentos desde su consolidación como primera moneda de uso global. Sus altas turbulencias han ocasionado el refugio de los inversionistas del mundo en el petróleo y en el oro de manera intermitente en la última década. De su crisis deviene el auge de las criptomonedas, produciéndose desbarajustes y estampidas que vienen a completar el hecho financiero mundial. Ronald Balza ha alertado sobre una consecuencia de dolarizar: “Sustituir al bolívar por el dólar no suprime el riesgo cambiario con respecto a otras monedas”. ¿Y si dolarizan mejoraría el sueldo mínimo? Dolarizar implicaría un deterioro total del sueldo mínimo, de los sueldos en general a largo plazo (no de manera coyuntural, como hoy ocurre en Venezuela). La incapacidad del Estado de emitir moneda dejaría solo en manos de las exportaciones la posibilidad de ingreso de la moneda circulante. Es matemáticas. En un escenario de economía venezolana dolarizada y con crudo a 100 dólares por barril, en la cual ingresarían unos 40 mil millones de dólares netos al año, habría que cumplir servicios de pago de deuda, importaciones, aportes a las reservas e inversiones del Estado, que dejarían para las arcas, supongamos, unos 10 mil millones de dólares (siendo optimistas). Supongamos que esos excedentes se distribuyan equitativamente entre una población de 30 millones de habitantes, una quimera en una sociedad capitalista. Eso nos deja un monto anual de 333 dólares para cada venezolano, que serían 27 dólares mensuales. Una ecuación donde el ingreso per cápita diario es menor a un dólar. El problema de la “responsabilidad fiscal”. Una economía dolarizada impone una dura camisa de fuerza eufemísticamente llamada “responsabilidad fiscal”, que significa someter los egresos a la sombra de los ingresos, es decir, nunca “gastar” más de lo que ingresa. La palabra “gasto” viene de la mano de la jerga neoliberal también para referirse a la inversión y política social, que es posible gracias a la facultad de los Estados de manejar su política monetaria y emitir los recursos con los cuales se atienden muchas necesidades de la población y que van más allá de la recaudación fiscal. Una Venezuela dolarizada tendría que suprimir sus programas sociales de manera definitiva. Pues el monto por orden de nuestras exportaciones jamás podría equipararse con la magnitud de nuestros compromisos en dólares. Entre pagos de deuda, importaciones, obras públicas, sueldos y salarios, no habría espacio de maniobra para ejecutar la cobertura de los servicios y políticas sociales más básicas. Las consecuencias de una erradicación de los programas sociales en una economía como la venezolana estando dolarizada, parten de la profundización de las desigualdades y asimetrías sociales, inequidad en la distribución del ingreso y una pauperización a largo plazo de grandes capas sociales, que quedarían relegadas a la pobreza estructural. Una economía de “austeridad” perenne supone también un deterioro del nivel de vida y una consecuente contracción de la economía interna Anuncios &b; &b;