El coronel Von Stauffenberg atenta contra Hitler, que sale ileso, en Rastenburg (Prusia Oriental). Los conspiradores serán perseguidos y más de 5.000 personas resultarán ejecutadas, de las que 200 han tomado parte directa en el atentado con bomba del 20 de julio. Hitler establecerá la responsabilidad jurídica de las familias de los acusados con lo que se procederá a su detención. (Hace 72 años)
El atentado del 20 de julio de 1944 fue un intento fallido de asesinar a Adolf Hitler, llevado a cabo por un grupo de oficiales de la Wehrmacht ( Ejército alemán) organizados por el coronel conde Claus von Stauffenberg como parte de un golpe de estado basado en la denominada Operación Valquiria, un plan operativo de las reservas del ejército a ser puesto en práctica en caso de disturbios civiles o de una sublevación de los millones de trabajadores de las fábricas alemanas.
Stauffenberg colocó una bomba en una sala de mapas dentro de la Guarida del Lobo, cuartel general de Hitler, donde se encontraba el Führer reunido con sus generales. A pesar de haber estallado la bomba, Hitler solo sufrió heridas leves. Es posible que la muerte de Hitler hubiera terminado con la Segunda Guerra Mundial y salvado a los 10 millones de personas que fallecieron como consecuencia de la guerra entre la fecha del atentado y la capitulación alemana el 8 de mayo de 1945.
Hitler sobrevivió al atentado debido a la robustez de la mesa que lo protegió de la onda expansiva, pero sus piernas resultaron alcanzadas por duras astillas de la mesa y quedó con una sordera leve en su oído derecho. No obstante, tiempo después los efectos del atentado mellarían la salud física de Hitler al afectar sus nervios motores y causarle un notorio temblor en su mano izquierda que con mucho esfuerzo podía contener. Asimismo, su fortaleza psicológica empezó a minarse, cayendo Hitler en la paranoia de sufrir un nuevo atentado y se tomaron medidas extremas para preservar la seguridad del dictador, restringiendo el libre acceso a su persona a sólo algunos miembros seleccionados de la jerarquía nazi (como Himmler, Goebbels, Goering) y colaboradores muy cercanos (secretarias, asistentes, y guardaespaldas); inclusive los más altos jefes de la Wehrmacht tenían que pasar una serie de rígidos controles y revisiones tan sólo para acercarse a un recinto donde Hitler se encontrara. El juicio y capacidad reflexiva de Hitler, más temprano que tarde se vieron afectados, y esto impactó negativamente en la dirección del OKH (que Hitler había asumido personalmente, por encima de los militares profesionales), mostrando el Führer notables desaciertos en sus decisiones así como cambios erráticos de opinión y ánimo que perduraron hasta su muerte en abril de 1945.
En las semanas siguientes empezó a investigarse con mayor detalle el intento de golpe de estado y Himmler ordenó a la Gestapo proceder al arresto de todo individuo que tuviese alguna clase de relación con los conspiradores, orden que luego abarcó extraoficialmente a numerosos alemanes sospechosos de oponerse al régimen nazi, como el clérigo Dietrich Bonhoeffer, cuyas ideas antinazis eran ya conocidas, o el general Franz Halder, quien no se unió a la conspiración pero a quien Hitler creía capaz de iniciar otro complot por su cuenta. Inclusive fue arrestado el almirante Wilhelm Canaris por cuanto subordinados suyos habían participado en la conspiración y sobre todo por la profunda desconfianza que hacía años Heinrich Himmler sentía hacía él. Resultó sencillo reconstruir la compleja red de conspiradores debido a la incautación de cartas y diarios de los conjurados ya arrestados, lo cual permitió seguir la pista a numerosos conspiradores que habían abandonado la sublevación a último momento (por ejemplo en el caso de Friedrich Fromm la Gestapo halló en sus oficinas del Bendlerblock una lista del futuro "gabinete de gobierno" que pretendía formar Goerdeler tras la muerte de Hitler).
Se calcula que hubo en total unos 5000 arrestos y 200 ejecuciones de opositores al régimen nazi, aunque no todas referidas a conjurados del 20 de julio. Los detenidos que no habían sido aún ejecutados quedaron a disposición de la "Corte Popular" dirigida por su presidente, el infame juez nazi Roland Freisler. Himmler ordenaba la detención de todos los miembros del clan Von Stauffenberg, hombres, mujeres y niños, para su posterior ejecución bajo el concepto de Sippenhaftung. Los primeros procesos empezaron el 7 de agosto de 1944 pero ya Hitler había ordenado que los encausados fueran condenados a muerte y ejecutados en la horca, sin excepción; entre los condenados estaban Carl Friedrich Goerdeler, Popitz, Julius Leber, Friedrich Graf von der Schulenburg, Ulrich von Hasell, entre otros.
Escasos fueron los conspiradores arrestados que intentaron negar su participación en el complot. Otros líderes de la conjura como Tresckow y Ludwig Beck se habían suicidado antes de ser arrestados y otros jefes militares fueron acusados también de haber tenido contacto con jefes de la sublevación y en consecuencia arrestados. Una excepción fue el general Erwin Rommel, que fue acusado de omisión por haber contactado con los líderes de la conspiración y por no haber alertado a sus superiores al tener conocimiento de tales planes; por ello se le ofreció la opción de suicidarse y así evitar un juicio público con el arresto de sus familiares. De modo similar, el general Günther von Kluge fue llamado a Berlín para ser investigado, pero temiendo ser considerado como conspirador debido a sus fuertes críticas a Hitler dentro del OKW, también se suicidó. Las ejecuciones de conspiradores u opositores al régimen nazi relacionados con la conspiración del 20 de julio de 1944 continuaron hasta los últimos días de la Segunda Guerra Mundial en mayo de 1945.
Las noticias de la conspiración fueron censuradas en el extranjero, mientras la versión oficial del Tercer Reich era la de un pequeño grupúsculo de oficiales descontentos realizando un acto de traición, evitando mostrar la existencia de una conspiración amplia con varios cientos de involucrados y miles de simpatizantes. La propaganda de Joseph Goebbels logró reforzar la imagen de un grupo muy reducido, pero al ser evidente una gran cantidad de arrestos, ejecuciones y detenciones, se invocó que la represión del atentado del 20 de julio era un motivo adicional para eliminar toda la oposición al nazismo que aún pudiese subsistir. De hecho, la Gestapo aprovechó la ocasión para arrestar y ejecutar a decenas de individuos que no tenían relación alguna con la conspiración pero estaban identificados hacía tiempo como opositores activos al régimen.
La Unión Soviética, Estados Unidos, y el Reino Unido no consiguieron mayor información detallada sobre lo sucedido sino hasta el final de la guerra, pero tal como se había observado en la Conferencia de Teherán, dichas potencias no mostraron interés en estimular una resistencia antinazi activa dentro de Alemania, menos aún en la conspiración del 20 de Julio.