Vivimos. Morimos, y las ruedas del autobús siguen girando y girando… (The Bucket list)
Conocer Giza, un crucero por el Nilo, o visitar el templo de Luxor nunca fueron parte de mis sueños… no es que no quisiera ir (eso sería demencia), pero no estaba incluído dentro de mis planes, ni mucho menos tenía el dinero suficiente para costearme grandioso viaje. Y aunque la cultura e historia de esta república árabe siempre me pareció deliciosamente interesante, el motivo por el que llegué hasta allí fue gracias a mi madre, con quien una noche cualquiera, decidimos hacer una lista de diez deseos que debíamos cumplir antes de morir…
Casualidad o no, las dos elegimos viajes, ella pidió conocer las pirámides de Egipto, y yo vivir en India por lo mínimo un mes. Muy apasionadas al cabo de un par de semanas ya estábamos ahí, pero al parecer no en la mejor época turística. Los nativos nos preguntaban qué demonios hacíamos las muy frescas en tierras árabes.
Pues resulta que unos meses antes, el presidente Hosni Murabak debió abandonar su puesto luego de 30 años de gobierno, fueron 18 días de protestas, y la revolución egipcia emprendida en su mayoría por los jóvenes, logró su objetivo. No fue nada fácil, ira, violencia, armas, incendios, cientos de miles de manifestantes, y muchas vidas que terminaron por la causa.
Según los mismos egipcios con quienes tuve el placer de compartir la situación no daba para más, lo trataban de ladrón, acusándolo de saquear a su propio pueblo (el angelito vendía los monumentos nacionales a otros países), en fin un corrupto que tenía a Egipto en la más absoluta carencia, desempleo y nimias condiciones de vida para sus habitantes, mientras que él según la lista Forbes se posicionaba como el hombre más rico del mundo.
Así fue como dos mujeres solas en un país mayormente musulmán y sin ley (se encontraban sin presidente), inocentemente aguardaban la ilusión de visitar las famosas pirámides. Pero como no hay mal que por bien no venga, el turismo había bajado considerablemente, y las interminables filas que existieron alguna vez para entrar a Keops, Kefren y Micerino, se tranformaron en una cita solitaria en donde el calor del desierto era nuestro más fiel acompañante.
Un viaje a la historia de las civilizaciones
Dicen que El Cairo (capital de Egipto, compuesta por más de 16 millones de habitantes, y que destaca por ser una de las ciudades más grandes de África), nunca duerme. Es como un museo abierto, y que conocerla es un viaje de épocas y civilizaciones...
Su protagonista principal es el rio Nilo, acompañado de un tráfico caótico, en donde los semáforos parecieran estar de adorno, y cruzar la calle una de las más grandes aventuras.
Si estás en búsqueda de un tesoro, te aseguro que aquí es donde lo encontrarás. Sus calles y esculturas, envueltas de un dorado ostentoso, acompañadas de sabores y aroma que parecieran provenir de otra época, convierten a esta ciudad en una mezcla exquisita de historia y arquitectura.
Seguidores de Alaá, los egipcios acuden varías veces al día a las mezquitas con ferviente devoción, cinco veces al día millones de hombres y mujeres le rezan, y en el lugar que te encuentres podrás escuchar a través de los cientos de altavoces algún que otro pasaje del Corán.
Una de las cosas que me asustó un poco, y claramente me llamó la atención, fue que cada vez mi taxi me llevaba a la puerta del hotel, era revisado completamente por un hombre que tenía un gran detector de metales para prevenir atentados y catástrofes. Una práctica diaria, que incluso debía pasar para poder entrar a pie a mi temporal hogar.
Cuatro litros de agua diarios nos mantenían en pie, y ellos como si nada. Acostumbrados perfectamente a su clima, debo decir que soy una admiradora de esta raza árabe, sus mujeres, hermosas féminas de ojos delineados, y los varones al más puro estilo faraón, fueron culpables de mis constantes suspiros del día.
Eso sí, del acoso sexual no se salva nadie. Durante los últimos años esta triste práctica ha aumentado drásticamente, los niveles de machismo son exorbitantes, y muchas extranjeras y egipcias se ven agredidas, lo que las ha obligado a salir a la calle y protestar.
Al estar solas debíamos tener el mayor de los cuidados, incluso recuerdo un día que tomábamos sol en la piscina del hotel, cuando miró hacia el edificio de al lado,unos jóvenes nos filmaban y gritaban desaforados. El mismo encargado de la piscina fue a decirme que porque no me sacaba el vestido y me bañaba (el fresco tenía ganas de mirar), y los vendedores en la calle trataban de tocarte.
En fin, situaciones que provienen nada más de la represión sexual en las que algunos se encuentran viviendo, dueños de deseos frustrados, y rodeados de mujeres a las cuales sólo pueden ver el rostro, o incluso a veces los puros ojos. Un trozo de carne a la vista puede despertar en Egipto la mayor de las pasiones, y al más puro estilo de “Las mil y una noches”, sean bienvenidos a esta fantasía.