"En el crepúsculo todo habla: todas las cosas del universo lanzan su mensaje. Y esa elocuencia es contagiosa. Y fluye de una forma tranquilizadora durante las horas de la noche. Y todo cobra trascendencia. Y nada importa. Pero la luz del amanecer se encarga de pasar la hoja. La claridad de la madrugada siempre es lánguida, sin brillo; y es por esa ausencia de destellos por lo que se ven las cosas con toda precisión, pues nada nos deslumbra. Entonces el mundo deja de parecer hermoso y limpio, porque esa luminosidad hace destacar lo feo, lo sucio, lo ajado, las arrugas profundas.
Normalmente, después, vuelven los destellos del sol para cegarnos, para actuar de photoshop y hacernos ver la vida con lustre. Pero hay mañanas en las que no da paso. Y esa era una de ellas".
Repito con Yolanda Regidor, con su segunda novela ganadora del XXX Premio Jaén de Novela en 2014. Y también es la segunda novela que leo de la autora, y no será la última, sin duda. Porque si ya “La última cabaña” me sorprendió y me fascinó, con “Ego y yo” corroboro, ratifico, todas y cada una de mis primeras impresiones con ella. Y ahora sí que sí, allá que va de cabeza a mi lista de autoras preferidas.
La trama, mi trama sin spoiler
“Ego y yo” narra la intensa relación de amistad entre dos hombres que son muy distintos entre sí, como la noche y el día, el Ying y el Yang, el decidido y el inseguro, el bueno y el malo, dos almas opuestas que un día se encuentran y se fusionan, se complementan, se completan.
Siempre fue así. Él hacía, yo pensaba por qué. Él rumiaba, yo inventaba el qué.
Dos hombres sin nombre, como todos los personajes que aparecen en la novela: Ego y Él, Él y Ego (no se nombra nunca esa palabra, pero según avanzas en la lectura es fácil adivinar el porqué del título) así los llamo yo.
Él, el Bueno, narra, nos va contando lo sucedido en esos cuatro fatídicos días de su particular “on the road”, un corto viaje que emprenden juntos ya bien mayorcitos, pero echando también la vista atrás, intercalando pasado con presente, intentando recordar cómo llegaron a ser esos amigos inseparables de la infancia, carentes ambos de afectividad, que se buscaban, que se necesitaban.
Mi amigo me era imprescindible para sentir a través suyo lo que yo de ningún modo podría atreverme a experimentar, y él me necesitaba a mí para dejar de percibir tanto y tan excéntricamente, para dar algo de racionalidad a su vida de saltabardales.
Y el episodio de aquel tremendo momento que les marcó y les unió para siempre, el suceso con el que arranca la novela, el de dos niños de siete años descubriendo el cadáver del padre de uno de ellos con una soga al cuello.
Pero ambos éramos conscientes de que, ante todo, nos había unido una imagen; aquellos pies colgando nos dejaron trabados para toda la vida.
Sabremos por Él, que hay una mecha que prende, una única frase-chispa que prende una “Mecha de artefacto” que lo desencadena todo, que conduce a un desenlace terrorífico: «Hemos hablado poco de ello» Cinco palabras que a priori pueden parecer inofensivas, pero que se convierten en la excusa perfecta para detonar la explosión, para iniciar ese viaje solo de ida sin retorno posible.
Los puntos fuertes de la novela
✔ Marca de la casa de esta autora son los personajes que crea, magníficos, muy creíbles y complejos, tanto Ego como Él, un único espejo que refleja las dos caras del ser humano:
● Ego (os recuerdo que soy yo la que lo llamo así, porque sin duda ese título se refiere a ese personaje que desborda ego a raudales, que no tiene abuela, que se cree mejor que nadie) nunca conoció a su madre y su padre se suicidó casi delante de sus narices, su abuela le adoptó, pero siempre se sintió muy solo, sin familia. ¿Es posible que todos estos avatares pudieran haber contribuido a forjar su perversidad, su arrolladora y malvada personalidad?
Porque así es el Malo, lo que viene siendo un embaucador, un canalla redomado, también impaciente, impetuoso, lleno de pulsiones e instintos salvajes, un ser que siente todo de una forma extraña, extrema, al que se le cruzan los cables “a potencia máxima y sin limitador de corriente”.● Él, es la otra cara de la moneda, el Bueno, el “normal”, el racional, virtuoso y mediocre. Guarda con celo un secreto inconfesable, pero él sí que tiene unos padres que le demuestran cariño, o al menos lo intentan. De hecho, otro de los personajes estrella de la novela es su madre, a la que Él llama Platera, su Platera, porque “Mi madre era pequeña, peluda y suave, como Platero; con hermosura caballar sin llegar a yegua; con una ternura que no entraba en conflicto con su terquedad y una fragilidad que convivía con su dureza”.
● Platera presiente desde siempre que Ego es peligroso, que no es buena influencia para su niño, que no le conviene esa amistad, e intenta por todos los medios separarlos.
Vive Dios que intenté portarme bien, que le rehuí, que le ignoré, que le negué hasta tres veces… Fue en vano. No solo porque fuese insistente, envolvente, un seductor, un jodido liante, sino porque el miedo a perderle hizo que me amarrase a él con más fuerza. Y esta vez sí que me embaucó, me arrastró hasta sus entrañas; de tal forma que solo quería sentir lo mismo que él sentía, ver por sus ojos, oír con sus oídos… pero también hablar por su boca y actuar a su modo. Me convenció, sin tener que decirlo, de que yo era él, de que él era yo.
Además, es una madre excesivamente controladora que lo quiere solo para ella, que no desea compartirlo con el padre, el único personaje de la historia que le demuestra su amor de una forma más normal.
De ese modo, sucedió que yo ya era suyo, solo suyo, y ella de mí, solo de mí; mi padre, pues, sobraba. La distancia que había tomado él no era por trabajo, no era porque tuviese una amante ni porque se hubiera dado a la bebida. De hecho, ella nunca le reprochó nada, nada de nada. Yo ya había notado la distancia de mi padre, pero hasta ese día no fui consciente de la requisa que mi madre había hecho conmigo. Se había ido apropiando de mi persona, y claro, había sido en detrimento paterno, pues ella no sabía hacerlo de otro modo.
✔ De nuevo resalto la prosa de Yolanda Regidor, de las de saborear despacio, delicada, apetitosa, sugerente, de las de anotarlo todo. Imposible dejar de hacerlo, aunque suene repetitiva. Una autora que alterna en sus escritos, como ella misma dice, “lirismo y crudeza, porque así es la vida”.
La memoria es un misterio; hace y deshace a sus anchas. La mayor parte de las veces nos protege, para que podamos ser felices. Otras, convierte las vivencias en bombas de relojería: se toman su tiempo, pero acaban estallando. Creo que no lo hace de mala fe; quizá espera de nosotros un crecimiento postraumático.
✔“Ego y yo” me ha parecido una gran novela, excelente, disfrutona, de esas que te agarran y no te sueltan, con un final increíble, de los que a mi me gustan, inesperado, retorcido, con una vuelta de tuerca grandiosa, una última pirueta de esas que te obligan a replantearte lo leído hasta el momento. Una lectura dura, casi se podría decir que de terror psicológico. Y el tema de fondo. . ., un completo destripe de la amistad y sus entresijos.
La amistad es un alma que habita en dos cuerpos.Resumiendo: “Ego y yo” cuenta la inquietante historia de una rebuscada amistad, un viaje insólito y singular de dos amigos que dependen emocionalmente el uno del otro, de dos amigos inseparables, o que creen que lo son. Un viaje de descubrimiento y de confesiones inaceptables, de intentar salvar esa invisible distancia que a veces separa las grandes amistades. Pero también es la historia de una traición, y de una venganza, o de dos traiciones, porque la amistad a veces puede llegar a ser muy traicionera.
¿Y qué más os puedo decir? que os la recomiendo, que os recomiendo conocer a Yolanda Regidor y que lo próximo suyo que leeré será muy probablemente "La piel del camaleón", que ya está ahí haciéndome ojitos.
Instinto de supervivencia y miedo a la soledad. Esos son los dos motores que mueven el mundo, que nos llevan a cada uno de nosotros porque cada uno de nosotros los llevamos dentro.
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: