Basta con echar una mirada a la gente que nos rodea en las calles y en nuestro entorno. Miradas malhumoradas, paso acelerado, respuestas hostiles, sumisión, paranoia, temor, agresividad, egoísmo, estrés, enfermedades, adicciones, y una infinita lista de características totalmente opuestas a un estado de paz y serenidad que sería nuestro estado ideal de no estar tan desconectados de nuestra verdadera esencia.
Si observas bien y con el corazón a las personas con las que interactúes en el día a día, no verás otra cosa que niños asustados y llenos de rencor encerrados en cuerpos de adultos. Todo ese estrés, toda esa prisa, toda esa ira, todo ese miedo, acumulados en un pequeño niño atrapado, que aún sigue sin perdonar, sin rebelarse, sin contestar y muchas veces hasta sin cortar el cordón umbilical.
Esto, entre otros factores, por que no se deja a los niños ser niños. Queremos que actúen como adultos desde pequeños; que estén en la escuela desde que caminan o hasta antes, que tengan normas de etiqueta y sean maniáticos del orden y la limpieza desde que gatean; que se comporten bien, lo que quiere decir que no jueguen rompiendo cosas, explorando y ensuciándose o sea aprendiendo como debe aprender un niño. Si fantasean, los etiquetamos como mentirosos; si se ensucian, como revoltosos; si son ellos mismos, como hiperactivos; si replican, como contestones; si desobedecen una orden (a veces absurda), como niños malos.
Lamentablemente mientras en nuestra sociedad se sigan repitiendo y retransmitiendo patrones de crianza y educación que implican: la recompensa y el castigo; la severidad; la necesidad de aprobación por parte de padres, familiares y maestros; las calificaciones basadas en competencia y demostración de aptitudes; las etiquetas; la escolaridad “institucional” sin sentido y repleta de reglas absurdas que en vez de estimular la independencia, más bien incentiva la obediencia y sumisión, siempre vamos a seguir teniendo un planeta repleto de gente vacía, dependiente, sumisa, egoísta, estresada, enferma, malhumorada, materialista, triste, adicta, y con muy pocos valores. O sea, una condena segura a la autoaniquilación de la raza humana.
Los avances y el desarrollo están bien, y hay que estar agradecido con algunos de los beneficios que implican, pero olvidamos algo, nuestro avance como seres humanos. Tenemos un terrible estado de emergencia, estamos a punto de destruir todo lo que existe en el mundo material por culpa de nuestra codicia, nuestra arrogancia y nuestra necedad.
Es hora de impartir tanto en la casa como en las escuelas materias prioritarias como: autoestima, espiritualidad (no confundir con religión), paz, meditación, respeto a toda manifestación de vida, ecología, artes y otras materias que urgentemente deberían reemplazar a otras que solo nos dejan un banco de memoria repleto de datos y fórmulas que jamás resolverán lo esencial: nuestra conexión con la verdadera felicidad. Es hora de que paremos la carrera armamentista y tecnológica y emprendamos urgentemente un viaje al fondo de nuestro verdadero ser. Dejemos de buscar afuera y comencemos la búsqueda interna, invirtamos todos nuestros recursos en eso, ya que de no hacerlo, muy pronto no tendremos planeta donde seguir “avanzando”.
Los niños siempre han venido a recordarnos esto, pero nuestra sociedad utiliza sus mejores armas (padres y maestros, video juegos, modas, sistema educativo, religión, medicamentos, leyes y reglas, alimentos transgénicos, adoctrinamiento social, azúcar, alcohol y drogas tanto legales como ilegales, medios de comunicación, especialmente la TV) para hacerlos olvidar, desconectarlos de su esencia y convertirlos en lo que nos convirtió a nosotros, en egos suicidas…….
Por Elvis Canino