¿Cuánto nos queda a nosotras y nosotros, europeos, para que nos pase esto en unos premios grammy? Imaginemos a los chicos del maíz o a Pablo Hasél recibiendo un premio acompañados por una orquesta nacional compuesta de muchachos y muchachas de barrio, condenados en casi cualquier sitio a la delincuencia. Ahí están, al contrario, armados de sus violines y violonchelos, sus trombones y tambores, con la piel erizada mientras tocan, baten palmas y bailan su canto de libertad y asombran al mundo con sus ganas de luchar, con su convicción, con su esperanza y con esa música que les hace libres. “Vamos caminando, vamos dibujando el camino. Que viva la América. No puedes comprar mi vida”. Recuerdo a Manuel de Falla, un músico que emocionó al mundo, republicano, exiliado, muerto en Altagracia, Argentina, expulsado por la España de Franco, la que representan esos que van a ganar el 20-N las elecciones.