(Para lectores con prisa: la reseña de Ejército enemigo empieza debajo de la foto de Alberto Olmos, lo anterior es una introducción sobre la obra de este autor)
Pensaba que había leído a Alberto Olmos (Segovia, 1975) antes que a Roberto Bolaño, pero no fue así; lo acabo de comprobar en el archivador donde voy apuntando lo que leo desde los 12 años: leí Estrella distante y Los detectives salvajes de Bolaño en el verano de 1999, y A bordo del naufragio de Olmos también en el verano de ese mismo año, pero después de a Bolaño.
Después, durante los años siguientes, esperé la segunda novela de Olmos, que pensaba que aparecería en Anagrama. Y esto no ocurría.Creo que fue en un suplemento cultural donde leí que Olmos había publicado un libro titulado Así de loco te puedes volver en una editorial que dependía de la Caja de Ahorros de Segovia o algo así; pero no llegó a las librerías, lo dejé pasar y me olvidé.
En algún momento el Lector mal-herido empezó a comentar los cambios que el autor Alberto Olmos deseaba hacer sobre la portada de su libro, Tatami, que también iba a publicar con Lengua de Trapo. Y aquí fue cuando me di cuenta de que Alberto Olmos y el Lector mal-herido eran la misma persona.
Me recuerdo comentando (cuando el blog mal-herido admitía comentarios) en la entrada de El tercer Reich de Roberto Bolaño, para decir que a mí no me había parecido tan malo el libro como la reseña insinuaba. Y allí me vi en un terrible fuego cruzado con otros comentaristas (la mayoría anónimos) que querían hacerme ver que Bolaño era, básicamente, una mierda de escritor; y a mí, básicamente, no me parecía que Los detectives salvajes lo escribiese cualquiera una mañana y tal… pero al parecer me faltaba a mí mucho por saber de eso llamado literatura, me decían los anónimos.Aunque el día que más me molestó leer un comentario de Mal-herido fue cuando apareció allí el libro Los boys del escritor norteamericano de origen dominicano Junot Díaz. Creo que Mal-herido no estaba muy de acuerdo con que a Díaz le hubiesen concedido el premio Pulitzer por La maravillosa y breve vida de Oscar Wao, y leyendo su anterior libro de relatos, de una década antes, tuvo que desmontarlo. Cuando salió en esa década anterior fue cuando lo leí yo, un libro que me encantó y que leí más de una vez y compré de saldo para regalarlo otras tantas. Pero de nuevo lo mejor esta vez fueron los comentaristas, que no habían leído el libro pero abogaban por que a Junot Díaz había que darle, y darle fuerte además: qué se había creído ése, ¿qué nos la iba a dar con unos cuentitos de inmigrantes a nosotros, a nosotros…?
Después, cuando el hecho de que El lector mal-herido y Alberto Olmos eran la misma persona fue público, los comentaristas acabaron volviéndose contra el autor del blog, ya que algunos de ellos empezaron a pensar que Olmos estaba haciendo concesiones dentro de su, hasta entonces, inmaculado reparto de tralla. Se acabaron los comentarios.
Tuve en las manos Ejército enemigo semanas antes de que saliese en librerías.Antes de acercarme a él pude leer dos reseñas: la de Antonio J. Rodríguez, quien afirma que Ejército enemigo es “la mejor historia de 2011” (ver AQUÍ) y la de Patricio Pron, que dice que “es técnicamente pobre y argumentalmente fallida” (ver AQUÍ).Y lo curioso de estos dos puntos de vista tan diversos es que ambos proceden de autores de la misma editorial en la que ha sido editada esta novela, Mondadori. El primero, Rodríguez, un autor muy joven (1987) y amigo de Olmos, que pronto sacará libro con esta editorial; el segundo, Pron, es un autor de la misma quinta de Olmos (1975) y compañero suyo en la selección que la revista Granta hizo de los 22 mejores autores menores de 35 años de la lengua española. Pron, ante la pregunta que le hicieron en su blog de reseñas sobre por qué no hacía críticas negativas de los libros que leía, contestó (cito de memoria): “Porque leo más de tres libros por semana y prefiero dedicar tiempo y resaltar los buenos libros que leo antes que los malos”. (En el caso de Ejército enemigo parece que se olvidó de su axioma).
He leído Ejército enemigo con creciente curiosidad, tras las dos reseñas anteriores, y tras la desorbitada introducción anterior aquí está mi opinión:
Ejército Enemigo está narrado en primera persona por Santiago, un publicista de segunda fila de 35 años, y ya en la primera frase nos introduce, acercándose al existencialismo francés, en el núcleo argumental de la novela: “Dijo que tenía algo para mí, por eso estaba aquel día de camino hacia la casa de mi amigo muerto. / Su madre me lo dijo” (pág. 9).
El amigo, Daniel, es más joven que Santiago y más idealista, colaborador habitual de ONGs y asiduo en manifestaciones; también pertenece a una clase social más alta que él. Cuando quedan, suelen discutir de política y de solidaridad. Santiago trata de minar la confianza de Daniel en su compromiso: a pesar de toda la solidaridad del primer mundo y de las ONGs, la pobreza mundial ha aumentado en los últimos 20 años. “La solidaridad ha fracasado”, afirma Santiago. Meses más tarde, Daniel aparecerá muerto violentamente en un descampado –a sus 28 años–, y Santiago recibe una curiosa herencia: la clave del correo electrónico de Daniel. Lo que le permitirá acceder a la intimidad de su amigo sin que nadie más lo sepa. Santiago se desvela pronto como un ser cínico y un tanto amargado, al que le gusta fisgar en las vidas de los demás, y por tanto la clave del correo de Daniel será para él un vicio y un tesoro. Este rasgo humano, el deseo de penetrar en la intimidad ajena, ya lo exploró Olmos en Tatami, y profundiza en ello aquí desde un punto de vista muy actual, a través de las múltiples posibilidades de Internet.
Santiago es además un gran consumidor de pornografía en la red y le gusta participar en un chat donde el azar le hace encontrarse con otras personas y poder verse, o tener sexo, a través de las webcam.
Santiago se relacionará, después de la muerte de Daniel, con Fátima, la concienciada y joven hermana de este último, y con otros amigos del muerto; encuentros que forzará para poder reconstruir los últimos días de la vida de su amigo. Un hilo argumental que hace que el libro adquiera visos de novela negra, hasta que, siguiendo una investigación centrada en Internet, Santiago creerá haber dado con el asesino de Daniel.
Ejército enemigo está escrita con distintos registros literarios: con una prosa donde resuenan ecos del lenguaje cuidado de Paco Umbral o Javier Marías, y una temática que pretende provocar la polémica y que se acercaría a Michel Houellebecq (Plataforma, Las partículas elementales…) y también a Frédéric Beigbeder, por sus comentarios del mundo publicitario en la novela 13,99 euros; con algún toque del existencialismo francés: en un momento de la novela se reflexiona sobre el yo, evocando, sin nombrarlo, La náusea de Jean Paul Sartre.También se usa el formato del diario: Santiago va anotando los acontecimientos de su vida en cuadernos, con una prosa muy escueta y casi vacía de sentimiento.A través del correo electrónico de Daniel la novela se acerca al género epistolar en su versión cibernética.Se usan las citas, leídas en correos electrónicos, que un amigo enviaba a Daniel: David Fincher, Thomas Bernhard, Jack London, Henry Fielding… (Comentario metaliterario: muchas de ellas provienen de libros que aparecieron comentados en Lector malherido).Se usa el ensayo: la narración se detiene, y Santiago reflexiona sobre la evolución de la pornografía en Internet y la idea de intimidad; o sobre la evolución mercantilista del concepto de solidaridad. Se usa el cuadro costumbrista: Santiago vive en un barrio deprimido de Madrid (¿Usera?), y se describe su deterioro y la convivencia entre nativos e inmigrantes. Es interesante el contraste creado con los barrios pijos de la ciudad, de donde proceden los amigos de Daniel.
Como ya he apuntado, Olmos quiere escribir con un lenguaje cuidado, que intenta evocar a sus admirados Umbral o Marías. Muchas páginas me han gustado y en otras me parecía que se hacía difícil la coherencia entre el cinismo desapegado del narrador y su tendencia a un lirismo excesivo y no siempre acertado: “Desde hacía años, el centro de la ciudad se había llenado de esta suerte de propuesta artística [zapatos colgados en cables]. En numerosas calles, numerosos cables mostraban ese inopinado fruto zapatero” (la cursiva es mía).En muchos casos me he descubierto leyendo el libro como si el narrador de Ejército enemigo fuese el mismo que el de A bordo del naufragio, pero más de una década después, convertido aquel chico dolido y de mirada sensible en un cínico un tanto amargado. Hay un nexo que los une: A bordo del naufragio termina cuando el protagonista roba un libro de Fernando Pessoa en la Fnac de Callao y le atropella un coche; en Ejército enemigo, Santiago ya ha leído a Fernando Pessoa y lo ha reducido a un triste eslogan publicitario para vender refrescos.
(Nota personal: en la página 87 leemos: “En un intento estimable de dar al internauta solitario y enrojecido gato por liebre”. ¿Gato por liebre?, ¿una frase hecha, un cliché? ¿No han sido defenestrados en Lector mal-herido muchos libros, entre ellos los de Bolaño (“más pobre que una rata”), por menos que esto?)
Lo que más me ha gustado de Ejército enemigo han sido las reflexiones de Olmos sobre la evolución de la privacidad y la pornografía en Internet, y el cuestionamiento de la solidaridad como un elemento de márketing para vender cualquier producto (entre ellos los discos del cantante Miguel Basó, muy divertido esto, como otros momentos de la novela, en los que se me ha escapado más de una sonrisa o incluso carcajada).Destacaría también la captación costumbrista de la vida del barrio de Santiago.
Y efectivamente, como se ha apuntado en alguna crítica, el hilo argumental en más de una ocasión se tambalea, llegándose a casi perder en algún caso la verosimilitud narrativa. Eso me lleva a concebir Ejército enemigo como una novela de corte expresionista: así se justificaría el giro de Daniel y sus amigos hacia un posible terrorismo (algo que seguramente tenga que ver con El club de la lucha de Chuck Palahniuk, pero estoy hablando de oídas, porque yo sólo he visto la película) y la presencia y razón de ser del supuesto asesino. Y salvarse en esta cuerda floja puede que sea un logro y no un demérito de la novela.
Sin ser una novela redonda, Ejército enemigo es más que interesante por sus reflexiones tan contemporáneas sobre la privacidad, el sexo, la solidaridad; por su capacidad para incomodar y generar debate; y por la exploración de caminos narrativos (vinculados a las nuevas tecnologías), unidos a otros más tradicionales, como la novela negra y la costumbrista.
Si la anterior novela de Alberto Olmos, El estatus, era una narración desubicada y con tendencia al escapismo fantástico, su nuevo libro no puede ser más de actualidad; y me sigue sorprendiendo la capacidad de Olmos para reinventarse en cada nueva obra.Esperaremos las siguientes obras de un autor que aún tiene mucho que decir.