Empecé la semana junto a los Mallos de Riglos, en Murillo de Gállego (Huesca) con una veintena de jóvenes estudiantes de distintas ramas de de Formación Profesional de Euskadi, que preparaban en una convicencia su participación en las WorldSkills, unas competiciones en las que los jóvenes demuestran todo su potencial como futuros profesionales. Compartimos juntos una mañana completa y yo volví a casa mientras ellos se disponían a descender los rápidos del río Gállego. En el viaje de vuelta recordé este experimento que en la década de los sesenta se hizo desde la Universidad de Harvard.
En 1968, en un colegio de California el profesor Rosenthal reunió a principio de curso a un grupo de profesores y les dijo: "Quiero presentarles a este grupo de alumnos que hemos seleccionado por tener unas capacidades intelectuales muy superiores a lo normal. Son aproximadamente el 20% del total de los alumnos", y una a una fue pasando las fotografías de los estudiantes en un proyector de diapositivas. Los profesores tomaron buena nota de ello y atendieron sus clases de la manera habitual. Ocho meses después, a final de curso, las calificaciones finales arrojaban un resultado claro: El rendimiento de ese grupo de alumnos teóricamente más inteligente era muy superior al del resto.
La conclusión parece obvia, pero hay un pequeño detalle oculto. El profesor Rosenthal había elegido a esos alumnos completamente al azar. Lo que había mejorado el rendimiento de los alumnos no eran sus aptitudes naturales sino las altas expectativas de sus profesores, y la mayor atención que -quizá inconscientemente- les habían dedicado.
Y es que el hecho de saber que alguien espera mucho de nosotros supone un estímulo grande y añade una energía extra que nos lleva a alcanzar metas no imaginadas. Y es que ya decía Goethe: "Trata a una persona como parece que es y seguirá siendo como siempre ha sido. Trátala como puede llegar a ser y se convertirá en quien realmente es".