Nunca sabremos como habría sido, como estaría siendo. Y no lo sabremos porque no fuimos, no somos, los elegidos. Decidieron que habría de ser San Sebastián la Capital Cultural Europea 2016, y lo está siendo, aunque de momento se note poquito, tal vez se reservan para la traca final, quién sabe. ¿Han comprado ya los cohetes? De momento, tienen tamborrada. Durante los años previos a la designación a la capitalidad europea escribí con frecuencia sobre el asunto, me apasionaba hacerlo, me sentía cómplice, y repetí con insistencia una doble idea en la que me mantengo firme. Por un lado, que el objetivo, la designación, no era realmente lo importante, que lo verdaderamente importante era el camino, el diseñar una arquitectura cultural para la ciudad de Córdoba que convirtiera la cultura en un elemento habitual, familiar, de consumo frecuente por parte de la ciudadanía. Y por otro, el que por fin en Córdoba contábamos con un reto, con un elemento que nos aglutinaba y asociaba como sociedad, que nos invitaba a empujar a todos en la misma dirección, sin matices. Siempre entendí la designación final, y así lo expresé en repetidas ocasiones, como la guinda del pastel, que lo realmente importante debía y tenía que ocurrir antes, apoyándome en las dos ideas citadas. Arquitectura cultural y cohesión social. Con la distancia que los años nos reportan, fría objetividad, llámela como quiera, tengo la sensación que nos quedamos a medio camino, ni nos entregamos a fondo, pero tampoco estuvimos ausentes, no sé cómo explicarlo. Puede que tuviéramos perfectamente definido el objetivo, el reto, pero que no logramos diseñar el mejor plan posible. O sea, tuvimos las ganas, pero no medimos bien la fuerza.El refranero popular español, que siempre cuenta con un matiz tenebroso, por ser suave, tan entregado a los dimes y diretes, nos ofrece algunas sentencias a las que acudir. Ahí están los lodos y los fangos, las sombras adecuadas o no, los ríos que suenan, las brasas encendidas y los madrugones que ayudan, esas cosas. Pero ya no es tiempo de lamentos. El lamento esconde en la mayoría de las ocasiones inacción, pausa, congelación, no hacer nada, recrearse en la tragedia, buscar culpables y no buscar soluciones. De aquellos años conservamos algunas empresas culturales que cada día se baten el cobre por sacar su trabajo adelante, por sobrevivir, y también contamos con algunos eventos que se incorporaron a los tradicionales, ampliando nuestro calendario anual de actividades... sigue leyendo en El Día de Córdoba
Nunca sabremos como habría sido, como estaría siendo. Y no lo sabremos porque no fuimos, no somos, los elegidos. Decidieron que habría de ser San Sebastián la Capital Cultural Europea 2016, y lo está siendo, aunque de momento se note poquito, tal vez se reservan para la traca final, quién sabe. ¿Han comprado ya los cohetes? De momento, tienen tamborrada. Durante los años previos a la designación a la capitalidad europea escribí con frecuencia sobre el asunto, me apasionaba hacerlo, me sentía cómplice, y repetí con insistencia una doble idea en la que me mantengo firme. Por un lado, que el objetivo, la designación, no era realmente lo importante, que lo verdaderamente importante era el camino, el diseñar una arquitectura cultural para la ciudad de Córdoba que convirtiera la cultura en un elemento habitual, familiar, de consumo frecuente por parte de la ciudadanía. Y por otro, el que por fin en Córdoba contábamos con un reto, con un elemento que nos aglutinaba y asociaba como sociedad, que nos invitaba a empujar a todos en la misma dirección, sin matices. Siempre entendí la designación final, y así lo expresé en repetidas ocasiones, como la guinda del pastel, que lo realmente importante debía y tenía que ocurrir antes, apoyándome en las dos ideas citadas. Arquitectura cultural y cohesión social. Con la distancia que los años nos reportan, fría objetividad, llámela como quiera, tengo la sensación que nos quedamos a medio camino, ni nos entregamos a fondo, pero tampoco estuvimos ausentes, no sé cómo explicarlo. Puede que tuviéramos perfectamente definido el objetivo, el reto, pero que no logramos diseñar el mejor plan posible. O sea, tuvimos las ganas, pero no medimos bien la fuerza.El refranero popular español, que siempre cuenta con un matiz tenebroso, por ser suave, tan entregado a los dimes y diretes, nos ofrece algunas sentencias a las que acudir. Ahí están los lodos y los fangos, las sombras adecuadas o no, los ríos que suenan, las brasas encendidas y los madrugones que ayudan, esas cosas. Pero ya no es tiempo de lamentos. El lamento esconde en la mayoría de las ocasiones inacción, pausa, congelación, no hacer nada, recrearse en la tragedia, buscar culpables y no buscar soluciones. De aquellos años conservamos algunas empresas culturales que cada día se baten el cobre por sacar su trabajo adelante, por sobrevivir, y también contamos con algunos eventos que se incorporaron a los tradicionales, ampliando nuestro calendario anual de actividades... sigue leyendo en El Día de Córdoba