Produce desazón saber que casi el 70% de los ciudadanos desconfía de las profesiones de Relaciones Públicas (o propaganda o comunicación institucional). Lo dice la revista corporativa PRWeek (PR in the dock: Nearly 70 per cent of the general public does not trust the industry).
Y aunque se suele repetir la broma pesada de que lo que necesitan estas profesiones e industrias es una buena campaña de relaciones públicas, parece que con eso no basta. Parece que no es una simple cuestión de mejorar la imagen.
Algunos piensan, como James Gordon-MacIntosh, que esa desconfianza nace de las sospechas que acompañan la sensación de secreteo y misterio que rodea lo que realmente hacen esas profesiones.
Así como sabemos o al menos imaginamos qué hace un médico y confiamos en él, añade, no pasa lo mismo con las gentes de las relaciones públicas. Es más, como dice Max Clifford, la gente tiene la sensación de que de ordinario esas gentes se dedican a mentir.
De todos modos, la cuestión está en la mentira o en las medias verdades, o en los sesgos y retorcimientos que a veces se hacen al hablar de cosas, personas e instituciones. Ser pagado para decir sólo cosas buenas y bonitas no está mal. Pero no recordarlo explícitamente cuando se practica, sobre todo cuando aquello se disfraza de noticia y trabajo periodístico, es pura y simplemente engañar.
Porque lo que se espera es conocer la verdad de las cosas, personas e instituciones de que se habla, cuando se habla a la ciudadanía en general. Y quizá lo que no funciona ante el ciudadano es hacerlo de modo parcial, cuando se sabe positivamente que hay otras perspectivas que contradicen esa verdad:
No es por insistir, pero llamar verdad a mi verdad o tu verdad, como bien dijo el verso de Machado, no parece de recibo: "¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela."
Quizá lo que pierde a esos trabajadores de las relaciones públicas, la propaganda o la comunicación institucional es olvidar que lo que en principio el ciudadano espera recibir de un comunicador (sea periodista, publicitario, dedicado a las relaciones públicas o a la ficción) es la verdad que él mismo busca en su afán en pro de la Verdad.
Hay en la sociedad mucha necesidad de verdad y hay también profesionales de la comunicación pública (cínicos, escépticos) que parecen ser incapaces de pronunciar ese "y ven conmigo a buscarla", mirando al menoscon el rabillo del ojo a su conciencia.
Los médicos no dudan entre su salud y las de sus pacientes. Quieren la misma para todos, para cada cual. Quizá por eso hay confianza social en ellos.
Cuando casi el 70% de la sociedad desconfía en las profesiones de relaciones públicas, quizá se deba a que éstas parecen contentarse con mi verdad, o la verdad de quien me paga, al margen de la necesaria verdad común para todos.
No es éste un simple problema de imagen, que se arregla con una buena y costosa campaña de relaciones públicas.