Al cabo advirtió que le pesaba su cuerpo. Le habría costado levantarse. Se percibía extremadamente plúmbeo y, a la vez, consumido, sin saber ya si arrojarse al vacío o ponerse en pie y retornar sobre sus pasos. No había pacto posible con el diablo. Arriba quedaba su existencia y abajo su vida. Le dolía la espalda. Se frotó los ojos con el dorso de las manos, como queriendo despertar de una pesadilla. Ahí seguía sin saber hasta cuándo, sentado al borde del abismo, meciendo las piernas y con la mirada perdida.
Al cabo advirtió que le pesaba su cuerpo. Le habría costado levantarse. Se percibía extremadamente plúmbeo y, a la vez, consumido, sin saber ya si arrojarse al vacío o ponerse en pie y retornar sobre sus pasos. No había pacto posible con el diablo. Arriba quedaba su existencia y abajo su vida. Le dolía la espalda. Se frotó los ojos con el dorso de las manos, como queriendo despertar de una pesadilla. Ahí seguía sin saber hasta cuándo, sentado al borde del abismo, meciendo las piernas y con la mirada perdida.