¿Qué sociedad nos espera cuando ese niño sea un adulto? Sabemos cuándo y cómo se origina el fascismo más puro, la más terrible forma humana del desprecio al otro, que piensa y siente distinto, pero no sabemos dónde acabará.
¿Harán falta los treinta mil desaparecidos de Argentina durante la dictadura, los otros miles de exiliados y asesinados del franquismo, los ochocientos mil tutsis víctimas del más cruel genocidio en Ruanda, los millones de desplazados de Colombia, para darnos cuenta que estamos al borde de un precipicio que probablemente no tiene fondo? Y entonces pregunto, me pregunto, ¿somos capaces de lanzar a nuestros hijos a ese abismo?