La imagen que todos –o la gran mayoría– tenemos de los abuelos es la de personas en las que podemos confiar. Amables, alegres, serviciales, sabias, de personalidad cálida y reconfortante, que nos brindarán apoyo y comprensión en cualquier momento de nuestra vida.
Pues en esta entrega que nos mandan las mentes detrás del programa “Jackass”, llega un abuelo un tanto “diferente” de lo descrito anteriormente pero que, conforme lo conocemos, entra a ese rango sin perder su esencia característica.
Tenemos pues, la historia de un anciano llamado Irving Zisman, quien recientemente ha enviudado y, tal parece, esa circunstancia, en parte, es lo que provoca que conozcamos cómo realmente es. Alguien de apariencia serena y cordial pero que, en realidad, se comporta como lo fue en su juventud: con ganas de divertirse todo el tiempo, conquistar mujeres, realizar disparates y tonterías, sin importarle su edad o el qué dirán.
Sin embargo, se verá obligado a hacerse cargo de su pequeño nieto llamado Billy, ya que la madre de éste está a punto de ir a prisión por un asunto de drogas. El abuelo –buscando quitarse de encima la responsabilidad que se ha encontrado– ofrece llevar al niño a Carolina del Norte, lugar donde vive su padre.
Así, la travesía comienza para este par que tendrá que convivir, acoplarse y soportar las ocurrencias y conductas del otro, poniendo a prueba su propia paciencia y personalidad y, por supuesto, vivir las situaciones, caídas, bromas y demás chistes que sucedan de camino a su destino final.
Sin mayor ciencia en la trama ni complicaciones de estructura y comprensión, un rasgo distinto de la película no es sólo mostrar los golpes, porrazos y momentos chuscos y divertidos que son el sello conocido de Jackass si no, además, que ya hay una historia, una narración que seguir y justificará las aventuras de los personajes.
El guion corrió a cargo de Jeff Tremaine y Johnny Knoxville, mancuerna creadora de la serie, así como de las películas que se han realizado hasta ahora; con una dinámica sencilla buscan que todo el peso y esencia del filme sean los disparates y bromas realizadas, complementadas con los diálogos, maneras de interpretarlos, cómo interactúen tanto el abuelo como el niño y, como ‘bonus’, las diferentes reacciones de los involucrados en las escenas, que muchas veces no les queda más que reír o, en su defecto, sorprenderse por lo que ven, escuchan o con lo que intervienen.
Éste es el acierto del filme ya que, si bien la historia se sabe, desconocemos en que nuevo problema u ocurrencia se meterán, cuándo sucederá y cómo acabará, aunado al hecho de que, conforme avanza la película, la relación, antes fría y distante de Irving y su nieto, mejora paso a paso, lo que ayuda a la complicidad y mejor fluidez de los dos porque el niño se vuelve amigo, cómplice y más participe en las bromas.
Podríamos decir que, en principio, la carga es toda para Johnny Knoxville ya que, desde el título, se intuye que será quien se robará el show, algo que no es ajeno para él porque, desde sus inicios en los videos de la revista especializada en skateboarding “Big Brother” (los “demos” de Jackass), mostró ese protagonismo y atrevimiento con acrobacias y trucos, aunque significaran un dolor brutal.
La interpretación de Knoxville como este abuelo desatado, irreverente, inconsciente, pero, a la vez, gracioso y despreocupado no es nada del otro mundo, dado que el personaje fue muchas veces utilizado en segmentos de la serie y el ‘feeling’ y comportamiento ya era conocido; aunque sí observamos que el trabajo de caracterización y maquillaje más la experiencia para llevar a cabo las bromas fueron sus aliados perfectos.
Su compinche de aventuras, el pequeño Jackson Nicoll, conforme transcurre la película se adueña más y más de ella; esa curiosidad y encanto infantil, su forma de ser y de expresarse, además de su aspecto bonachón y gracioso, hacen que, por lapsos, sea un “Daniel El Travieso” que sí agrada, sí cae bien, que conecta y atrapa al espectador y, además, finalmente conecta con su abuelo al enganchar en las bromas que, si de por sí son graciosas, con él en escena aún más.
Jackson, sin duda, termina empatando a Knoxville en el protagónico y, quizá superándolo en la trama, ésta sin duda ya un parteaguas en su carrera, aunque ya lo vimos en The Fighter (2010) como el pequeño Dicky o en la no tan conocida Fun Size (2012).
Tremaine no se volvió loco con la dirección. Buscando tener la misma esencia “jackass” de ‘situación-broma-reacción’, aunado al hilo conductor de llevar al niño con su padre, logra que, paradójicamente, mediante las bromas se unan más abuelo y nieto, complementándolo con conversaciones entre ambos que afianzan el binomio. Con variadas tomas y encuadres del viaje que realizan, el aspecto de “road movie” salta a la vista por visualizar el paisaje y entorno que rodea, pero no en demasía. Sin duda el objetivo de entretener y hacer reír se logra, sin una formula nueva o difícil de asimilar.
Un buen rato de diversión, desestrés, risas y, por qué no, que, irónicamente, pasemos un rato agradable viendo cómo algunos no lo pasan tan bien; pero la vida no tiene que ser tan seria porque, incluso en algún lugar, hay abuelos, padres o madres con ese estilo gracioso y sinvergüenza.