El abuso sexual más oculto del ejército de Estados Unidos [+ video]

Publicado el 23 septiembre 2014 por Norelys @norelysmorales
Jordi Pérez Colomé.-- Los abusos sexuales en el ejército de Estados Unidos son una noticia persistente. Pero hay un detalle menos conocido: las mujeres no son el objetivo principal, sino los hombres.
En 2012 hubo 26 mil casos de abuso sexual en el ejército; 14 mil víctimas eran hombres. (En el ejército de Estados Unidos hay más de 1,3 millones de militares.) Las mujeres denuncian más a menudo que los hombres. Los hombres sufren el doble de estrés postraumático por asaltos sexuales que por combates, llamado Trauma Sexual Militar.
La revista GQ ha sacado un buen reportaje sobre el abuso a hombres en el ejército. El número de denuncias crece año tras año: el ejército dice que es porque los militares temen menos denunciar a sus superiores; las víctimas creen que es porque los casos siguen creciendo.
El mayor escándalo de la historia reciente
En septiembre de 1991 en el Hilton de Las Vegas se vivió el mayor escándalo sexual de la historia reciente de la Marina de Estados Unidos. La victoria en la Guerra de Irak era reciente. Los ánimos querían fiesta. El centro de la diversión estaba en 20 suites en la tercera planta. Así describía el paisaje el New York Times:
Stripers y camareras poco cubiertas paseaban por las 20 suites, donde pilotos de la Marina y y del cuerpo de marines miraban películas pornográficas. Los reclutas se movían rápido, y en una suite, oficiales incitaban a unas invitadas a beber de una fuente con forma de pene de rinoceronte. El alcohol por suite costó 7 mil dólares durante los tres días [que duró la convención].
En la salida del ascensor del tercer piso se formó un “túnel”. Cuando salía una mujer se le abría un hueco y una vez dentro era acosada. Tras meses de investigaciones, 83 mujeres y 7 hombres presentaron denuncias. El escándalo costó el cargo a un buen grupo de oficiales y sirvió para que el doble de mujeres sirvan hoy en puestos de combate en cazas de la marina.

Las mujeres en la Marina salieron reforzadas. Pero el escándalo sexual no cambió tanto la situación en el ejército. Los hombres aún deben pasar por su revolución. Un 81 por ciento de hombres asaltados siguen sin denunciarlo.
  
Si te violan, te dejas
 
El gobierno de Obama ha cambiado algo. En 2011 el presidente derogó “No preguntes, no digas”, la ley que regía la homosexualidad en el ejército: quien no decía si era gay o no, podía seguir. En el momento que se sabía que alguien era gay, se le echaba. Cuando un hombre era violado se le podía acabar por considerar gay y por tanto podía ser expulsado del cuerpo. Ahora ya no.
Pero los números demuestran que los hombres siguen sin hablar. Uno de los mayores obstáculos para el cambio es la creencia inquietante de que, tal como dice un médico militar, “a un hombre no se le viola”. Es decir, un hombre se deja hacer porque le gusta.

Las causas del silencio de los soldados van más allá de la vergüenza y dudas sobre su hombría. El ejército no quiere airear estos casos y el peso del rango tiene importancia: “Cuando un sargento te dice que te quites la ropa, mejor te quitas la ropa. No preguntas”, dice una víctima. O este otro ejemplo:
[Digamos] que soy el comandante de una compañía y tengo un sargento de primera clase que ha hecho un gran trabajo al preparar mi compañía para el combate. Entonces este soldado que no conozco viene y me dice: “El sargento X abusó de mí anoche”. No creo al soldado. No quiero creer al soldado. No quiero ni imaginar que el sargento X haga algo así. Hay un prejuicio que me hace decir: “¿Cómo puedo deshacerme de esto?” Es probablemente una reacción típica.
En ese ambiente es difícil denunciar y sacar algo. Los militares condenados por casos de acoso son solo un 7 por ciento. Al ejército le costará esfuerzo de terminar con este ciclo de miedo a los superiores, que además pueden preferir olvidar la queja.
Hace unos meses salió un documental sobre hombres violados que contaban sus casos, Justice Denied. El tráiler es terrible:


El reportaje de GQ cierra con este testimonio de Matthew Owen, de finales de los 70:
Una noche me preparaba para ir a mi habitación en las barracas cuando me pusieron una manta en la cabeza. Oí cinco voces distintas, que reconocí, porque había oído esas voces cuando me acosaban a diario. Me golpearon hasta hacerme caer y me abrieron las piernas. Entonces cogieron el mango de una escoba y me lo introdujeron una vez y otra. Cada vez parecía que mis tripas iban a salir. La sangre fue una bendición porque parecía lubricar la escoba.
Owen tiene desde entonces este pensamiento recurrente, después de admitir que no puede perdonarles:
Lo que les haría es atarles a una mesa. Entonces cogería un soplete y los asaría lentamente desde los dedos de los pies hasta la punta de su jodida cabeza. ¿Sabes cuánto tiempo esto ha estado en mi mente? Esto es el Trauma Sexual Militar, que el ejército de Estados Unidos no siempre cubre para los hombres.

Tomado de Yahoo en español