El acoso ideológico a Cuba: carta a Enrique Krauze

Publicado el 20 enero 2011 por Norelys @norelysmorales
Irma Domínguez.-La gente de la revista mexicana Letras Libres, como siempre tan demócratas, tan libres, tan liberales golpean pero no les gusta aguantar vara y le sacatean a un debate sin trucos, ni mentiras. En su último número incluyen un texto del mexicano Víctor Manuel Monteseco, el cual se suma a una de las aristas del eterno hostigamiento de los gringos contra la Revolución cubana, o sea el acoso artero en el terreno ideológico. Como una no puede aceptar tanta manipulación, decidí responder con la ingenua pretensión de que me publicaran la réplica, de perdida en el blog de la revista y me salieron con que siempre no, como corresponde a gente tan demócrata, tan liberal, y tan dispuesta al debate. Estas fueron mis palabras censuradas por una revista con supuestas pretensiones de seriedad ideológica pero, en el fondo simple instrumento de las peores causas del mundo, como son el imperialismo yanqui, el sionismo, el neoliberalismo, la persecución de los movimientos de liberación latinoamericanos.
Estimado Dr. Enrique Krauze:
Con relación al artículo de Víctor Manual Camposeco, publicado en Letras Libres de este mes de enero con el título de “La Habana antes de Fidel” quisiera exponer mis opiniones críticas apelando a mis derechos como lectora de su revista. No sé de estadística, ni tengo informaciones específicas en ese rubro, así es que no cuento con bases para cuestionar lo que dice el Sr. Camposeco en ese terreno sobre la Cuba revolucionaria (y no solo sobre La Habana, como se desprendería del título del artículo mostrando así la primera incoherencia), pero creo que no necesito contar con esas bases para darme cuenta que se trata de un texto interesado más en descalificar la Revolución cubana que en presentar la verdad neta sobre la Isla en los tiempos posbatistianos.
La estrategia de Camposeco se limita a una truculenta comparación de datos que saca, en su mayoría de fuentes extrañas o de plano enemigas de la Revolución cubana, con la situación en que se encuentra la Isla desde que hombres como Fidel tuvieron los tamaños de enfrentarse al imperio norteamericano. La estrategia es burda y tramposa porque precisamente deja de lado el punto fundamental que ha determinado dicha situación, a saber la agresión constante, el acoso permanente de nuestro vecino del norte contra un país cuyo único “delito” no ha sido otro que el no dejarse someter por el mentado imperio. No está demás recordar, que se trata de un estado de sitio que viene siendo la prolongación de las intentonas del naciente imperio yanqui de apoderarse de Cuba a finales del siglo 19, cuando la Isla todavía era colonia española.
Le repito que no sé de estadística, aunque me encantaría leer en las páginas de su revista la versión estadística del otro lado (qué ingenua me estoy viendo), pero se me hace que el artículo de Camposeco y la estrategia en la cual se basa quedan automáticamente descalificados desde el momento en que no toma en cuenta para nada el medio siglo de bloqueo ominoso, criminal, ilegal, simplemente imperial impuesto y mantenido, por sus pistolas y sus portaviones y sus bombas atómicas, por los gobiernos de los Estados Unidos en todo ese tiempo. Es un torpe truco comparar las estadísticas de un país que antes de Fidel desarrollaba un capitalismo feroz y restos de un feudalismo rural bajo la tutela y la conveniencia de los gringos, con las de un país al que estos le imponen la prohibición de recibir libremente medicinas, alimentos, materiales para la construcción, desarrollo de infraestructuras y muchos otros productos básicos, y se ve obligado a procurar todo esto donde le sea posible, sea la antigua Unión Soviética, sea China o Venezuela, en condiciones no siempre fáciles.
El artículo de Camposeco se aleja de la más elemental objetividad desde el momento que para nada menciona que sus estadísticas responden a un contexto en el cual Cuba llegó a ser visto por los Estados Unidos simplemente como un mero burdel y centro de recreación de millonarios y turistas gringos, un casino espectacular administrado por las peores mafias que tanto han proliferado en el imperio, y todo esto en un contexto de guerra fría donde el Departamento de Estado y sus tentáculos controlaban todo lo que sucedía en la política del Caribe y de América Latina. Es de una ingenuidad gigantesca o una perversidad infinita comparar las colonias y zonas residenciales de los ricachones de antes de la revolución, privilegiados del mercadeo y todos los negocios que mantenían con los yanquis, con la situación de una pequeña isla atada de pies y manos por un bloqueo antipopular y antihumano, aunque manteniendo contra viento y marea su dignidad nacional y revolucionaria. No puede ser objetivo un análisis que no tenga en cuenta –como sucede con el Sr. Camposeco- que un militar de medio pelo como Batista no podía romper el hilo constitucional de su país, sin el permiso de los amos del norte que siempre estaban al tanto de la mínima hojita que se moviera en el Caribe de los cincuentas.
Todo mundo sabe que las estadísticas son un instrumento al servicio de la propaganda de todos los gobiernos y que se pueden usar al antojo de los grupos, partidos, movimientos y campañas del más variado signo. No voy a meterme en el carnaval de las cifras, sobre todo porque sé que mucho tendrán que aportar los conocedores del tema en el bando revolucionario. El Sr. Camposeco es muy libre de manejar unas estadísticas relacionadas con situaciones en las que incide la acción nefasta y corruptora del crimen organizado y el capitalismo neocoloníal impuesto por el imperio yanqui. Lo que no se vale es que ni siquiera dedique una palabra a esta verdad para nada goebelsiana tan solo para aparentar que su análisis es objetivo.
¿Pero cuál es el propósito del Sr. Camposeco al poner en práctica ese truco tendencioso? No es otro que el de endilgarle a Fidel Castro y la dirigencia revolucionaria cubana toda la responsabilidad de la difícil situación económico-social actual en Cuba, y sobre todo dizque demostrar que los logros de la Revolución no son méritos de esta sino consecuencias de unas supuestas infraestructuras anteriores a la revolución. Este falso argumento no es la primera vez que se avienta como piedra arrojadiza contra los camaradas cubanos, ni es un ataque aislado sino que es parte de una campaña permanente de desprestigio de la Revolución y el socialismo, y que tiene capítulos especiales como la actual persecución imperialista contra el reportaje de Michael Moore, donde se constatan precisamente, con lujo de detalles, los logros revolucionarios en materia salud pública.
Es de veras lamentable aunque no sorprendente que Letras Libres se preste a ser parte de esa campaña. Ya nadie se asombra de la conversión de esa revista con pretensiones dizque culturales y democráticas en mero pasquín inescrupuloso de propaganda progringa, en el que tienen cabida artículos como el del Sr. Camposeco, con apariencia de seriedad pero destilando el más barato veneno ideológico.
Mucho le agradeceré, Dr. Krauze la cabida que se sirva dar a estas reflexiones en las páginas de su revista.
Atte.
Irma Domínguez
Ciudad de México, 19-1-2011
(Tomado de Aporrea.org)