El Acoso Laboral se asemeja a este cuento del médico y psicoterapeuta Jorge Bucay

Publicado el 14 septiembre 2014 por Pridicam @mobbingmadrid


Cuando una persona está sufriendo una situación de acoso laboral es como si cayera en un recipiente de nata, su pensamiento es "Ya no puedo más" para ellos es imposible salir de ahí por lo que llega un momento que dejan de patalear y chapotear para poder escapar y se hunden...Por ello, afectados de situaciones de Acoso Laboral seguir chapoteando y pataleando, -buscar ayuda externa de profesionales que os entiendan-, veréis que entre todos, pero sobre todo tú, conseguiremos que esa nata se convierta en mantequilla y así  poder salir de la situación tan brutal a la que estáis sometidos y eso ocurrirá por no dejar de patalear y chapotear...
Ánimo, ánimo y más ánimo.
Belen Retuerta - Responsable del servicio de "Atención Psicológica" de PRIDICAM

Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata.
   Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse.Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.   Una de ellas dijo en voz alta: “no puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril”. Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.   La otra rana, más persistente o quizá más tozuda se dijo: “!No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”. Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas. Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla. Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.   (Jorge Bucay)


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