Nada en esta misión ha sido fácil. El viaje ha durado 10 años desde que Rosetta fuera lanzada al espacio el 2 de marzo de 2004, describiendo órbitas elípticas que le han permitido aprovechar los campos gravitatorios de la Tierra y Marte para impulsarse hacia el encuentro con el cometa 57P/Chrryumov-Gerasimenjo, de tan sólo 5 por 3 kilómetrosde diámetro, es decir, una mota de polvo en el Universo.
El interés de la misión estriba en conocer la composición de un cuerpo que pasa la mayor parte de su vida congelado, lo que hace suponer que se conserva tal como se formó hace millones de años, sin apenas alteración, permitiendo así conocer los materiales originales con los que se “construyó” nuestro sistema planetario. Para entenderlo mejor gracias a un símil: se estudiará el ladrillo con el que está construido el edificio cósmico en el que habitamos una de las viviendas. Además, el módulo permitirá detectar los cambios que se producen en un cometa debido al incremento de la radiación solar en su acercamiento al Sol, cual es la emisión de gases que se produce cuando el aumento de la temperatura hace que se evapore parte del hielo presente en su composición y se escapen los gases atrapados en su interior, formando la característica cola. Incluso puede aportar datos interesantes que avalen la teoría de que la vida, en su forma más primitiva e inorgánica, provino a bordo de estos cuerpos caídos en la Tierra, hace millones de años.