De enero a noviembre, hiberna en una caja junto a las figuritas del pesebre, encierro que no le produce pena alguna sino gran echonería pues en este plazo el cochinito acompaña al burro y al buey durante el nacimiento del hijo de Dios. Así sea a oscuras y en los meses equivocados.
Pero llega diciembre y el cochinito reanuda su importancia a un lado de las cajas registradoras del país.
Lo he visto con lazos alrededor de su cintura y hasta cubierto de luces, apoteosis ornamental patrocinada por los empleados que cobran poco o ningún aguinaldo, y quienes recompensan con vítores al que deposite en la ranura parte del vuelto...