Un niño judío se topó con un oficial de las SS muy aficionado al ajedrez, al que jugaba realmente bien. El oficial le preguntó al muchacho si sabía jugar al antiguo juego de estrategia, a lo que respondió afirmativamente.
En la guerra la vida y la muerte están separadas por una finísima línea y para algunos esa delgada separación podía depender de tan solo 32 piezas móviles y un tablero cuadriculado en negro y blanco.
Los nazis proclamaron que el ajedrez era "el deporte de lucha de los alemanes" y un deporte mental que fortalecía al pueblo alemán y un medio de conciliación entre las clases sociales. Además crearon una modificación de Ajedrez Militar, llamada "Tak-Tik" con un tablero de 11x11 con marcas de terreno y zonas de lagos y un río y en lugar de las piezas habituales se usaba artillería, tanques, aviones o bombas. Los nazis opinaban que el juego tradicional usaba una estrategia demasiado abstracta que no se adaptaba al modo moderno de hacer la guerra. Tras la llegada al poder todas las asociaciones ajedrecistas se unificaron en la Asociación de Ajedrez de la Gran Alemania (GSB).
Los nazis organizaron grandes torneos durante la guerra como los de Berlín y Cracovia-Varsovia de 1940, Praga de 1942 y el último en Radom, en Polonia, en 1944. Algunos ajedrecistas ganaron suculentas cifras gracias a estos torneos. El ejemplo más conocidos fue, el entonces campeón del mundo, Alexander Alekhine que lejos de ayudar a otros jugadores perseguidos, se dedico a denigrarlos a través de artículos llamados "El ajedrez ario y el ajedrez judío".
Un torneo que sirvió para salvar la vida a varios judíos fue la Olimpiada de Buenos Aires de 1939. Entre ellos destacan los ajedrecistas Miguel Najdorf, ocho veces ganador del campeonato argentino y Moshe Czerniak. En la Olimpiada celebrada en la capital argentina también participaron nazis que finalmente se quedaron para siempre en Sudamérica. Otros como el famoso ajedrecista judío Emanuel Lasker, tuvo que emigrar a los EE.UU. con su esposa Martha.
Rudenko organizó un tren para evacuar a los hijos de los trabajadores de la fábrica armamento en la que ella también trabajaba y que se habían quedado atrás durante la evacuación, una hazaña que ella consideró siempre el logro más importante y trascendente de su vida, por encima de sus éxitos como ajedrecista.
Para saber más:
El Ajedrez bajo la cruz gamada, de Ralf Woelk
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