En cambio, otras hipótesis relacionan el ajedrez con juegos de tablero egipcios, babilónicos y romanos. En resumen, puede decirse que un velo de misterio rodea la fascinante historia de este fabuloso entretenimiento. Al respecto existe una bella y aleccionadora leyenda sobre el origen del juego que merece ser conocida y difundida:
A principios del siglo V de nuestra era había en la India un joven monarca, muy poderoso y arrogante, el rey Shirham. Éste, aburrido de los juegos de azar superfluos, ordenó a su ministro, el sabio Sisa, inventar un juego de ingenio digno de su realeza. Sisa le mostró el ajedrez y aprovechó para darle una lección de humildad al rey. Le demostró, conforme le enseñaba las reglas del juego, que era imposible derrotar a los ejércitos enemigos sin el total apoyo de su séquito. Cada pieza en el ajedrez y cada soldado de su ejército debían armonizar sus fuerzas para la victoria final, siempre protegiendo la vida del rey, la pieza más vulnerable del juego.
El rey Shirham, que comprendió la alegoría, se maravilló del nuevo juego y ofreció la recompensa que su ministro considerase adecuada. Sisa no solicitó oro ni diamantes sino una cantidad de trigo distribuido del siguiente modo: un grano de trigo por la primera casilla del tablero de ajedrez, dos por la segunda, cuatro por la tercera, ocho por la cuarta, 16 por la quinta casilla y, en ese orden progresivo, hasta cubrir los 64 cuadros. Al monarca le pareció muy modesta esta extraña petición y ordenó a sus tesoreros que fueran por el trigo. Sin embargo, al hacer los cálculos necesarios se dieron cuenta de la fabulosa cantidad de granos de trigo que debían conseguir, muy superior a todos los tesoros del Imperio. ¡Ni más ni menos que 18.446.744.073.709.551.615 granos! El rey, desde luego, no pudo cumplir su compromiso y así se consumaba la segunda lección, esta vez de prudencia y sagacidad.
Hoy en día, el ajedrez se practica como un entretenimiento y un estímulo para nuestro cerebro ya que ayuda a mejorar nuestra inteligencia estratégica y espacial, además de ayudarnos a cultivar la paciencia y constituir un ejercicio mental muy saludable.