Es consciente de que todos los demás, absolutamente todos, son sus súbditos, como mascotas que dependen de él y le perdonan todo. Son incapaces de criticarle y todos le temen porque conocen su capacidad de rencor y venganza y porque es él quien les da la fuerza, el poder y el dinero.
Su partido, que en el pasado fue socialista, es ahora un océano de cortesanos sometidos, sin otra ideología que el culto del poder y el reparto del botín, dirigido por pretorianos que se comportan como perros.
Le gusta soñar despierto con el poder creciente y la conquista. Le gusta alimentar el odio que siente hacia sus adversarios aunque él cree que más que odio es desprecio y asco, sobre todo hacia Feijóo, al que considera un tarado demasiado débil para gobernar. Sus mejores raciones de odio y desprecio son para Ayuso y Abascal, a los que ha jurado decapitar y arrojar a la basura política.
Miente, engaña, acosa y hiere para seguir mandando. Cree que el mundo es de los osados y de los que avanzan como un tanque, sin dudar y sin escrúpulos. Es un auténtico monstruo político que está destrozando España.
El poder ante todo y todo el que se oponga a ese poder debe ser derribado, incluso la Justicia. Ese absolutismo le autoriza a colonizar las instituciones y ocupar todos los espacios del Estado, incluso aquellos cuya independencia es sagrada en democracia.
No le importa ceder ante sus socios de gobierno, ni ser generoso con ellos porque al fin y al cabo los que pagan son los cobardes españoles.
Tampoco le importa que España tenga escaso prestigio en el mundo y que coseche nuevos enemigos porque sabe que los grandes poderes ocultos del planeta, los masones, el capital judío y el lobby anglosajón, le protegen.
Es una bestia peligrosa, intensamente depredadora y dotada para ejercer como uno de los peores políticos y seres humanos del planeta.
Francisco Rubiales