A continuación el artículo de Angélica Tanarro:
El amor, el arte, la lectura ... según Proust
En el centenario de la edición de "Por el camino de Swann", Hermida editores publica una selección del pensamiento encerrado en la obra del autor francésA diferencia de otros narradores ficticios que escriben sus autobiografías (o más bien pseudobiografías) para justificar algún episodio crucial de su vida ante el lector, el Narrador Marcel Proust se embarca en la redacción de su autobiografía ficticia para dejar constancia de que, al contrario que los personajes que han compartido con él sus experiencias, no ha vivido estas en balde; que los placeres y sufrimientos, pero también el bagaje de conocimientos adquiridos después de un largo y complejo trayecto, no morirá con él sino que, gracias al milagro de la escritura, permanecerá a disposición de los futuros lectores, quienes revivirán en su imaginación ese mundo de recuerdos narrado en la novela, del mismo modo que Marcel, ávido lector desde su infancia, revivió en su imaginación las historias que leyó en los libros escritos por otros".Utilizo esta larga cita extraída del ensayo con el que Jaime Fernández abre el libro "El almuerzo en la hierba" (selección de pensamientos extraídos de En busca del tiempo perdido) porque en ella se encierra, a mi entender, la clave que explica por qué esa novela llena de experiencias, pero sobre todo tan llena de experiencias, pero sobre todo tan llena de reflexiones ha atrapado, atrapa y seguirá atrapando a unos lectores que acabarán siendo proustianos de por vida. Difícil no seguir el camino de su protagonista más allá de la casa de la tía Léonie tras encontrar en él las luces necesarias para atravesar las sombras de la vida, o al menos encontrar los puntos en común de esos hechos, extraordinarios o no, que van marcando la biografía de cada cual y para los que en ocasiones no es fácil encontrar palabras que los definan.
Jaime Fernández ha seleccionado los pensamientos que componen el volumen, traducidos a partir de la edición canónica por María Teresa Gallego y Amaya García. En el citado ensayo introductorio analiza el profundo analista que es Proust: analista de sentimientos y emociones, de sensaciones y vértigos. Analiza al Proust lector y cómo esa afición enraizada en su infancia se refleja en las lecturas de los personajes de la novela ("El universo estético y moral proustiano nace de la experiencia de la realidad, pero debe mucho a la lectura de los grandes maestros")Arte y vidaFernández rastrea, por ejemplo, la influencia en el escritor del pensamiento de Schpenhauer, sobre todo en la función que el Narrador proustiano asigna el arte en relación con la vida. Afirma el autor del ensayo interpretando a Proust que "el arte entendido como representación consciente de la instintiva voluntad de vivir tiene su mejor exponente en la novela, en la que el Narrador se retira del mundo para traducirlo, no retratarlo, en un libro". Esa traducción a un idioma profundamente "humano", esa capacidad psicológica que la atraviesa de principio a fin, es la que hace universal la obra hacia la que Proust dirigió toda su energía vital.Debido a esa universalidad, la obra de Proust es objeto de continuas reediciones y relecturas. A este original "almuerzo en la hierba" han precedido, entre otras, la edición de poesía completa, aparecida en Cátedra hace un año, o la de la novela "Celos", obra considerada una versión anticipada del cuarto tomo de "En busca del tiempo perdido", "Sodoma y Gomorra", que emprendió la editorial Gadir en 2010.