Tomo único | 378pp
Un nuevo curso ha comenzado en Kirkston Abbey. Jonathan Palmer es un apocado adolescente que proviene de una familia de origen humilde. Donde sus compañeros parecen sentirse como peces en el agua, él se encuentra siempre retraído y tímido, incómodo en medio de la vida reglada. En el fondo, Jonathan está convencido de que Kirkston Abbey no es lugar para él. No es el único que piensa así, Richard Rokeby es un compañero de clase. Frío, calculador y cerebral, tras su aparente autocontrol se esconde una historia de odios y rencores que Jonathan está a punto de descubrir.
Del libro que os vengo a hablar, poco os sonará el título o el autor. No se trata de una novedad de este año y ni tan siquiera es literatura juvenil. Pero os diré algo: nada de eso es importante, pues El alumno es uno de los mejores libros que he leído en mi vida. Descubre el motivo y no te quedes con la curiosidad.
Un periodista está metiendo sus narices en un antiguo y misterioso caso acontecido en los 60 en uno de los internados británicos más prestigiosos, el Kirkston Abbey. En su investigación se encontrará con uno de los protagonistas de la tragedia. Al principio no querrá colaborar, pero la presión le hará soltar la lengua. Es así como nos enteraremos de lo que realmente sucedió allí, tras las paredes del internado de élite inglés, donde las amistades más peligrosas rozaron la línea que separaba la realidad de la ficción. La historia de Jonathan Palmer y del que fue su perdición, el frío y encantador Richard Rokeby, cuyas intenciones van mucho más allá que trabar una simple amistad con el joven Jonathan. Lo que ellos no saben es que el fuego puede quemar y destruir a su paso sin rendirle cuentas a nadie.
El Alumno es una novela de suspense, de poca acción pero con mucha emoción, personajes delineados, dotados de matices claros y oscuros, carisma y personalidad arrolladora. El Alumno es de esas novelas que, cuando se clavan en tu retina, no desaparecen nunca. Perdura como un árbol, agarrado de sus raíces al seco suelo de nuestros recuerdos. Cada fragmento, cada diálogo, está dotado de una simbólica melancolía y extraña atracción que nos hechiza para seguir leyendo, enyugando palabra por palabra, devorando una historia creada para ser devorada y disfrutada. Sinceramente, si pensáis en una novela que os emocione, que os haga temblar, que toque temas tabú y que lo haga de la forma más sencilla posible, no os equivocaréis al escoger la mejor novela de Patrick Redmond, os lo aseguro. Estos chicos, jóvenes como tú y como yo, metidos en un internado de los años sesenta, acudiendo a clases de latín y de griego, mirándose con desconfianza mientras las puertas de las habitaciones se cierran con llave por las noches, escondiendo oscuros secretos que jamás debería haberse revelado. Una relación que va más allá de la amistad entre dos chicos que se miden con la fría mirada de ojos grises, que se esconden de una realidad que los espera fuera. ¿Pero qué pasaría si uno de ellos fuera malévolo? Algo más allá de la travesura o la inocencia de niño, algo más calculador y fuerte. Richard es este eslabón perdido entre la cordura y la locura, el que tira la última carta, capaz de desbarajustar un equilibrio que ha costado siglos construir. Él es la novela, él es “El alumno”. Los personajes de la novela deslumbran al lector con un juego inesperado, con subtramas trabajadas e interesantes, donde podemos destacar la pecaminosa relación que mantienen un profesor y un alumno, a sabiendas de unos pocos; es sobre todo en el apartado estético, en el ritmo y en el escenario donde el autor ha sabido sacar más partido. Os podéis imaginar mis gestos y mi corazón desbocado en cada arrinconamiento en una pared. Richard adora jugar con Jonathan, primero lo mira desafiante, y luego se acerca a él poco a poco, manipulando y torciendo los hilos para que salga un monstruo desde el más oscuro interior del ser humano. El mejor amigo de Jonathan será testigo de cómo cambiará el joven desde que Richard aparezca en sus vidas, desordenando el orden, rompiendo las reglas, desafiando a la muerte y al más allá. Los toques paranormales nos cogen desprevenidos, pero quedan tremendamente calzados en una historia que va más allá de las típicas tonterías adolescentes. Quien juega con fuego, puede terminar abrasado.
Los contratiempos de El Alumno se pueden contar con medio dedo: lo único que desentonó un poco del precioso collage que había creado el autor, fue un final un tanto precipitado y con unas descripciones extrañas. Tuve que releer el final para saber exactamente qué había sucedido y, no os penséis que se trata de un mal final: frío, frío. El broche que termina la tormentosa relación entre Richard y Jonathan es perfecto. Macabro pero perfecto. Y aunque quisiera buscarle más pies al gato, es imposible que os advierta de absolutamente nada más. Es un novelón como pocos he leído anteriormente.
La novela que tenemos entre manos se trata de una historia llena de intriga, que atrapa desde la primera página y que deja con ganas de más cuando llegas al final. Una novela que habla de la homosexualidad, que coquetea con la juventud, y que juega con el Diablo, haciendo las delicias de los lectores más exigentes, convirtiendo las hojas en un mero trasbordador hacia una galaxia de entretenimiento. Si queréis pasároslo bien y dar el gran salto hacia el género narrativo adulto, con toques paranormales, os aseguro que no os vais a arrepentir. Nunca es tarde para catar un buen vino.
Conoce a los protagonistas de esta peligrosa intriga y enamórate perdidamente del helado interior de Richard Rokeby, pero no acabes como Jonathan. Eso no sería nada inteligente.