Crónicas de Vestuario. –“El amigo japonés”En 1977, Wim Wenders firmaba una de sus más desasosegadoras películas, “El amigo americano”, basada en una novela de la no menos turbulenta Patricia Highsmith. En ella, el malvado Ripley, interpretado por un sensacional Dennis Hopper convencía a un humilde fabricante de marcos (eminente el genial Bruno Ganz) para cometer un asesinato. Treinta y siete años después, en el Mundial de Brasil 2014, la jornada de apertura se teñía con la vergüenza del primer arbitraje lamentable a favor de una dubitativa canarinha. El encargado del dislate, del favor en forma de penalti, el árbitro Yiuchi Nishimura. Un amigo japonés. Dados los antecedentes de este tipo de sospechosa torpezas, o favores, llámenlo como quieran, es de suponer que a Nishimura le espere un horizonte esperanzador. Si a Sandor Puhl en el Mundial de 1994 después del atraco a España en cuartos de final frente a Italia, con la sangrante nariz de Luis Enrique como testigo del robo, le entregaron las llaves de la final de esa edición, a Nishimura, tras su brillante faena de aliño –no sólo fue la pena máxima, sino montones de bien buscadas faltitas y la permisividad con las entradas de los brasileños- ante los tercos croatas que se empeñaron en disputar el encuentro ante los anfitriones, es más que probable que se reserve algún encuentro de lustre (¿la final, quizás?).El caso es que el partido inaugural nos dejó las dudas de una Brasil todo músculo al servicio de la fantasía de Neymar frente a una Croacia guiada por la clase de los grandes Rakitic y Modric, pero arruinada por un cancerbero lamentable, lento y sin reflejos como Pletikosa. Con razón se especulaba con la posible titularidad del meta del Mónaco, Daniel Subasic, algo a lo que Kovac, el seleccionador croata, no se atrevió y que acabó penalizando a la selección balcánica.Mal empieza este Mundial 2014, con los ánimos en la calle muy alterados y con la misión del fútbol de actuar como apagafuegos de la calle. Uno empieza a evocar las imágenes del Argentina 1978 y a acordarse de todo lo extraño que sucedió en aquella edición. Y, entre lo más extraño, aquel 6 a 0 de Argentina a Perú, que evitó, precisamente, que los brasileños llegaran a la final de esa edición, tutelada por la dictadura del General Jorge Rafael Videla. Jugadores peruanos que no habían actuado en ningún otro encuentro de ese torneo y jugaron ese encuentro decisivo -uno de ellos Manzo que llegó a agacharse en uno de los remates a gol de los albicelestes- otros más conocidos como Héctor Chumpitaz que llegaron a admitir el soborno, un guardameta como Quiroga… nacido en Argentina. Aquel cúmulo de irregularidades entre las que se dio el que el propio Videla bajara al vestuario peruano en compañía de Henry Kissinger, y sellase el pacto con la también dictadura peruana con un crédito no reembolsable para la adquisición de cuatro mil toneladas de trigo a granel, forman parte de una de las historias más sucias y oscuras de los Mundiales. Esperemos que con la excusa de contener una revuelta social en Brasil no tengamos que volver a asistir a episodios tan lamentables como los del “amigo japonés”. Y, por supuesto, que si nos cruzamos con la canarinha tampoco tengamos que volver a evocar historias tristes de arbitrajes lamentables de las que ya coleccionamos unas cuantas.
MANOLO D. ABADPublicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 14 de junio de 2014