La actual longevidad de los padres y la tardía maternidad o paternidad de los hijos ha dado lugar a un fenómeno, la llamada generación sandwich. Antiguamente los abuelos vivían en su propia casa mientras que los hijos al casarse se independizaban, y cuando uno de los dos fallecía, lo cual sucedía a edades más tempranas, el viudo o la viuda acudía a vivir a casa de los hijos, formando parte de la familia y colaborando activamente en la educación y cuidado de los nietos hasta el fin de sus días.
Ahora el problema en sí no es quedarse viudo y no tener adónde ir. El "problema" es en este caso el aumento del índice de dependencia, fruto en parte del mencionado aumento de la esperanza de vida. La dependencia se define en este caso como la incapacidad de las personas mayores de cuidar de sí mismos de forma independiente, la pérdida de autonomía, requiriendo cuidados externos, siendo los hijos los parientes cercanos que más suelen hacerse cargo de esta tarea. En las familias con hijos de diferentes sexos esta tarea de cuidado suele recaer mayoritariamente sobre las mujeres, por cuestiones culturales e históricas.
La generación sandwich ha de mantener así tanto a sus hijos como a sus padres (física y económicamente), por un largo periodo de tiempo. Esto repercute negativamente en los cuidadores, pues la sobrecarga producida por la tarea de cuidado de un número considerable de personas dependientes empeora la salud física y psicológica, derivando en la mayoría de casos sin apoyo social en trastornos de depresión, ansiedad o en la manifestación de enfermedades físicas (obesidad, hipertensión arterial, diabetes mellitus entre otras).
La edad de jubilación se ha incrementado hace poco a 67 años. Pero no, 67 años de antes no son 67 años de ahora, y muchas veces puede resultar inadecuado o incluso inofensivo referirse a esta franja de edad con el término "anciano". Antes los abuelos y abuelas a esta edad (si llegaban) tenían el típico aspecto de los abuelitos y abuelitas de los cuentos. Ellos con su bastón y contando batallas de sus tiempos a los nietos, ellas haciendo calceta en la butaca con sus gafas de ver. Sus capacidades físicas y cognitivas estaban algo más deterioradas. Esta imagen o prototipo es algo exagerado, pero no se aleja mucho de la realidad.
Las personas mayores también se adaptan a la revolución tecnológica.
Si tienes personas mayores en la familia, reflexiona y piensa en el valor que tiene dedicarles tiempo hoy, demostrarles amor, hacerles felices, quererles bien, aprender de ellos o recordar con ellos, tener paciencia y sobretodo algo que veo a menudo que a los jóvenes nos falta: escuchar. Tienen mucho que decir; tienen mucho que enseñar. Cosas que seguramente no puedan enseñarte tus amigas ni tus profesores. Contar y recordar les ayuda además a ejercitar la memoria. En la vida no hay prisa, al contrario de lo que muchos piensan, y la lentitud en el habla, el bajo tono de voz, la serenidad o la templanza, no son defectos sino virtudes, características del envejecimiento normal y saludable, que en mi opinión son características naturales del ser humano que la sociedad anula y altera durante la infancia y que reaparecen cuando el mundo a nuestro alrededor deja de exigirnos tanto. O no... pero a mí me gusta creerlo así.
"En la juventud aprendemos. En la vejez entendemos." (Marie von Ebner Eschenbach)
¡Hasta muy pronto!