En El Amor de Mi Vida (Bright Star, GB-Australia-Francia, 2009), la cineasta neozelandesa Jane Campion sigue en los terrenos mejor conocidos y dominados por ella: en el cine de época y con un fuerte personaje femenino en el centro de la trama.
Con un guión escrito por la propia Campion basado en la vida del gran poeta inglés John Keats (1795-1821), he aquí la trágica historia de amor nunca consumada entre la voluntariosa jovencita Fanny Brawne (Abbie Cornish) y el veinteañero poeta románticoKeats (Ben Wishaw).
Miss Brawne dista mucho de ser el prototipo de la bella y pasiva musa: la muchacha diseña su propia ropa, conversa de cualquier tema con suficiente prestancia intelectual y su ingenio verbal empata con una mirada y una sonrisa aun más letales.
Honestamente, no sé si este retrato se acerca a cómo fue la verdadera Fanny Brawne, pero si el filme de Campion es la mitad de fiel a la personalidad de ella, uno entiende –y comparte- el amor de Keats por esa mujer.
La historia se desarrolla en Hamstead Heath, a las afueras de Londres, en 1818. Ahí, Fanny y su familia conocieron a Keats porque compartían la renta de una enorme casa con Mr. Brown (Paul Schneider), el insoportable amigo/protector del poeta. Es decir, Keats se enamoró, literalmente, de la chica de “al lado”.
Más allá de la impecable ambientación de época, El Amor de Mi Vida aparece como un logrado ejercicio de traducción fílmica de la poesía de Keats. Algunas imágenes se quedan en la memoria, como los propios versos del poeta: la habitación de Fanny convertida en un santuario de mariposas, Keats acostado sobre la copa de un frondoso árbol, la pareja caminando por un florido tapiz natural, Fanny vestida de luto y murmurando las palabras de Keats que fueron escritas para ella y, por añadidura, para todos nosotros…