El amor es historia

Publicado el 24 agosto 2014 por Pnyxis @Pnyxis

Las cuatro de la mañana parece tan buena hora como cualquier otra para escribirte. No sé lo que dará de sí la linterna del móvil, pero la farola de la calle entra por la ventana lo suficiente como para que estas líneas no se me pierdan. Demasiado.
No sé si es porque son las cuatro o porque me he desvelado por culpa del calor sevillano o quizás por ti, pero estaban sonando todas estas frases en mi cabeza y sonaban a rosas, si es que las rosas suenan a algo; al fin y al cabo tienen espinas. Tendré que preguntarle al Principito si conserva la suya.


No sé, lo más probable es que haya sido culpa de ese maldito artículo que ha caído sobre mis ojos en el peor momento y mi cabeza haya querido emularlo, al fin y al cabo nosotros también tuvimos, no creas que no me ha costado ponerlo en pasado, nuestra jodida historia de amor.


Es por esto por lo que no puedo evitar preguntarme si te habrás quedado algún día así en vela como yo, pensando en mí o en lo que pudo ser; si me habrás escrito cien correos para acabar borrando noventa y nueve, o si sigues negándote a tomar café en cualquier cafetería. Siempre fuiste más de las de coca-cola con brownie sin nata.
Me pregunto si seguirás andando tan rápido, yendo al baño tan rápido, cogiendo el tren tan rápido. Casi sin aliento. Siempre fuiste de las que vuelan, de las de cigarrillo en la boca, de las que viven al límite y a última hora, aunque tantas veces me echaras la culpa de perder el búho. Como si se pudiera perder semejante animal, como si no se pudiera perder uno de esos más que a propósito; Madrid de madrugada cogiéndome del brazo, y te confieso lo que añoro eso.
Me pregunto si habrás pasado por fin del primer episodio de Breaking Bad, si te dignaste a empezar alguna de mis series americanas de esas que ganan Emmys. Aunque tú siempre fuiste más de las españolas, de drama y culebrón; y que nunca te dije que sólo veía Velvet porque sabía y te imaginaba viéndola a la vez, y porque Pedro y Rita son la salsa de cada episodio, y que la gracia de la serie son las secundarios, y que Ana es más sosa que un día sin sal. Y que Be my baby y tal.
Me pregunto y algo me recorre la espalda, por ese vestido verde que nunca quisiste enseñarme y quién te acompañará ese día; en qué hombro apoyarás la cabeza cuando brote a raudales en tus ojos la felicidad, y si conservarás aquel abanico negro que hacía juego con tus ojos. Dicen que nunca se añora nada como aquello que nunca sucedió. O sucederá.
Me levanto y cojo agua helada del congelador. Algunas gotas caen sobre el cuaderno secreto y se mezclan con la tinta del boli bic negro, provocando todo un collage.
Me pregunto si algún día tolerarás la fruta, si seguirá gustándote Maná aunque todas sus canciones sean iguales, si seguirás esquivando las rejillas por la calle, si llegaste al final a Santiago sin que yo te acompañase. Ay, ¿seguirás llevando ese flequillo? Yo ya ves que no. Me pregunto si alguien te enseñó a tocar la guitarra, yo que tantas ganas tenía de hacerlo. Joder, hubo cientos de cosas que no hicimos. Joder por segunda vez, te escribí una canción.
Me pregunto si seguirás obsesionada con tener un coche, si recuerdas el día que descubrí que tenías buen toque de balón, si te habrá dado ya la gana de ver El caballero oscuro, a ti que El Señor de los Anillos encendía tu alarma friki; si habrás vuelto a nuestro sitio de tus crèpes con nutella. Yo no he vuelto a pisar esa calle por miedo a resbalarme de pensarte. Me pregunto si sabrás que no he acabado el libro que me regalaste solo porque así tengo una excusa para mantenerlo encima de mi mesa. Nunca te regalé un libro y me he dado cuenta ahora.
Me pregunto si los recuerdos se te agolparán como a mí; si me habrás perdonado, si te habrás perdonado y si te volveré a ver, aunque no quiera saberlo. Últimamente no voy nada sobrado en la segunda virtud cardinal, aunque siendo honesto en la primera y en la tercera tampoco. La esperanza no se puede comprar y me pregunto si fue real, de verdad, aunque nada que no lo fuera dejaría una sombra tan alargada. Me pregunto si te conocí, si me conociste, si te llegué a querer, si fue cosa del miedo, si el amor es historia, si tuvimos una historia de amor inconcluso; si de veras tengo una respuesta a todas estas preguntas y si son las respuestas correctas.
Me pregunto qué estarás soñando en este momento, tú que tuviste siempre sueños muy raros. Como José y un poco a veces como yo, aunque yo dejé de soñar despierto en el momento en que me abrazaste y te diste la vuelta un día que ya sólo recuerdo borroso.
Me pregunto y dudo si acabaré publicando esto. "No sabes nada, Jon Nieve". Y por eso lo hago, porque no sé nada, porque soy de los que gustan equivocarse tirándose hacia delante, hacia ti, que nunca morirás por vivir atrapada en las palabras. Las que te escribí y las que no, las que leíste y las que no dijimos. Y ahora te estoy viendo, te remueves en la cama inquieta, llevas una temporada sin dormir bien, por el calor como yo, claro. Y sueñas que te estoy escribiendo y te mueves porque te estoy pensando, y quizás sea verdad o quizás no.
Lo que sí sabemos es que queda un minuto para las cinco, la linterna del móvil hace un rato que murió y yo ya no sé si es de noche o de día. Lo que sí sé es que tu imagen ya se va y no puedo retenerla, se me escapa entre las manos y me pregunto si tú también me echarás de menos, y si me volverás a perdonar por incumplir aquella promesa que había en aquellas últimas líneas.


Que esas serían las últimas líneas que yo te escribiría.
"But everybody knows, that a broken heart is blind"