Si la corriente de hartazgo y decepción del pueblo con sus políticos sigue creciendo y consolidándose en un movimiento político de envergadura, el mundo pronto será conquistado por el anarco liberalismo.
El anarco liberalismo suprime el intervencionismo estatal de las izquierdas y exige un Estado mínimo, necesario para proporcionar a un colectivo ciertos bienes públicos: servicios de defensa y relaciones diplomáticas frente al exterior (evitar ser oprimidos por otros grupos organizados), y legislación, policía y justicia para el orden interior (preservar el orden social y la civilización, resolver conflictos y no caer en la barbarie). El minarquismo delimita las funciones del Estado e intenta controlarlo para evitar su crecimiento liberticida mediante límites constitucionales, contrapesos institucionales o mecanismos de elección de los gobernantes.
Ese sentimiento de odio acérrimo a los políticos crece en todo el mundo y se manifiesta con el nacimiento de nuevos partidos radicales y contrarios al sistema. En Europa, ese odio a la casta es el padre de la ultraderecha y de algunos movimiento de izquierda radical como Podemos.
El denominador común de todo ese mundo es la protesta y el rechazo al Estado intervencionista, convertido en un coto de caza por los políticos y que, de hecho, ha significado el asesinato de la democracia y de muchas libertades y derechos.
Pero ninguno de los nuevos partidos y movimientos encarna con tanta fuerza y acierto la desesperación del pueblo ante el político tradicional, traidor, mezquino y corrupto, como el anarco liberalismo, una doctrina que cuestiona el Estado intervencionista y lo quiere exterminar para que el ser humano sea libre y despliegue toda su fuerza, creatividad y valores, hoy reprimidos y aplastados por los políticos.
Es la primera vez en la política practica que surge una doctrina capaz de cuestionar el Estado y a los políticos, como también es la primera vez que una teoría política apuesta por el autogobierno y por la capacidad del hombre para ordenar el mundo sin los políticos y sus corrupciones y opresiones.
Todos los revolucionarios del mundo moderno han apostado por agrandar el Estado y anteponerlo a la libertad del individuo. Lo han hecho Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, Fidel Castro, Hugo Chaves, Daniel Ortega, Pedro Sánchez y otros tiranos, todos ellos dictadores despiadados y opresores que se han amparado en el Estados para dominar en lugar de servir, para aplastar en lugar de enardecer y hacer crecer a la Humanidad.
España y el mundo necesitan con urgencia líderes anarco liberales que mande al paro, sin honores y con vergüenza. a los indeseables que, agrupados en lo que llaman partidos políticos, se han apropiado del Estado y destrozado la nación, la ética y la convivencia.
El intervencionismo en España es agobiante: impuestos altos, prohibiciones innecesarias, adoctrinamiento de los ciudadanos, control directo de las instituciones, control ilícito y corrupto de la Justicia, políticos con demasiados privilegios y gran impunidad, abuso de poder por doquier y vicios expandidos, junto con el miedo, el odio y la compra de voluntades, todo un coctel nauseabundo que ha convertido a la política el el peor de los males y a los políticos en delincuentes sin encarcelar.
Francisco Rubiales