Ahora que este blog va despacio, vamos a contar obviedades: el nazismo y todo lo que lo rodeó son un filón para la literatura. Personalmente, he de confesar que a algunas de las innumerables obras a que ha dado lugar les tengo cierta rabia. Me refiero en concreto a aquellas que lucen la palabra Auschwitz en el título, que no son pocas: La bibliotecaria de Auschwitz, El violín de Auschwitz, El tatuador de Auschwitz, El maestro de Auschwitz, El farmaceútico de Auschwitz...). Que alguna estará bien, seguro, pero el uso de ese comodín siniestro y facilón llena de pereza a este vampiro.
Otro tipo de obras que han proliferado a lo largo de las décadas son las que especulan con una historia alternativa, es decir, ese género, por llamarlo de alguna manera, del qué hubiera pasado si. Aquí sí encontramos obras notables, desde La conjura contra América (lectura muy disfrutada) hasta El hombre en el castillo (lectura pendiente), pasando por Eso no puede pasar aquí (lectura interruptus), entre, imagino, un par de decenas más.
En los últimos años se han publicado una serie de obras que se inscriben en la novela histórica, aunque, como vimos en HHhH, no siempre se someten a la ortodoxia del género. De la de Binet ya hablamos hace unas semanas. En otro momento hablaré de La desaparición de Josef Mengele. Hoy voy a hablar de El ángel de Múnich, un apasionante thriller histórico.
Hay que agradecerle a Massimi, de entrada, que nos ahorre la palabra 'Hitler' en el título (y mira que habría sido fácil) y opte por el nombre de la capital bávara, que tanto nos puede hacer pensar en la Oktoberfest como en unas Olimpiadas. En fin, el ángel de Múnich se llamaba Angela Maria Raubal, Geli para los amigos y para su tío el Führer. En realidad Geli era hija de la hermanastra de Hitler, lo cual no sé hasta qué punto convertía en acceptable la relación que se rumoreaba mantenían los dos. Pero al margen de los rumores, es indudable que la suya fue mucho más que una relación entre tío y sobrina. De hecho, Hitler declaró más tarde que Geli fue la única mujer a la que amó.El rumor principal a que dio pie la muerte de una chica que todos describían como alegre y llena de vitalidad era, evidentemente, el de que fue Hitler quien la asesinó o hizo asesinar. Es un hecho constatado que tía y sobrino tuvieron una fuerte discusión la noche del 18 de septiembre, como también lo es que el cadáver de Geli tenía la nariz rota y que la pistola que acabó con su vida era propiedad del Führer. El escándalo, como veis, estaba servido, a tan sólo dieciséis meses de las elecciones generales que Hitler aprovecharía para hacerse con el poder absoluto. Imaginad qué habría pasado si un escándalo de esta magnitud hubiera sido investigado como merecía. Y aunque parece difícil imaginar un delito de mayor gravedad para la carrera de un dictador en potencia que un asesinato, es probable que, de ser ciertas algunas de las especulaciones, lo que de verdad aterrorizaba a los jerifaltes nazis y amenazaba con acabar con su líder en la trena fuese no tanto el crimen como las filias de Adolf. Al fin y al cabo, un asesinato se puede disfrazar de accidente, pero otras cosas... no.
Hitler: los años desaparecidos, de Ernst Hanfstaengl, una de las fuentes principales de la novela En sus notas finales, el autor expresa su esperanza de que la novela haga justicia a la vida de Geli. Lo cierto es que la Historia no lo ha hecho. Como señala Ron Rosembaum en este interesantísimo artículo, donde podéis leer prácticamente todo lo que sabe del caso, Geli Raubal es apenas una nota a pie de página en la biografía de Hitler y su muerte ha merecido escasos libros o películas. La investigación del asesinato se inició el sábado posterior al hallazgo de su cadáver y se cerró ese mismo día por la tarde. Esto huele un poco, debió de pensar el que dio la orden, así que se reabrió el lunes por la mañana y se volvió a cerrar por la tarde. Alguien manejó muchos hilos, o los hilos justos, para silenciar el caso y, por si eso fuera poco, casi todas las personas que poseían información crucial al respecto fueron implacablemente eliminadas.
Una de esas víctimas colaterales fue Fritz Gerlich, el valiente periodista que desde el primer momento se opuso a Hitler. Gerlich investigó el caso en profundidad hasta que, en marzo de 1933, cuando estaba a punto de publicar el resultado en su semanario Der Gerade Weg (El Camino Recto), un grupo de camisas pardas entró en su redacción y, tras apalizarlo y requisar todos sus documentos y manuscritos, lo arrestaron e internaron en el campo de Dachau, donde fue asesinado al cabo de un año durante La Noche de los Cuchillos Largos. El mismo destino tuvo Bernhard Stempfle, el cura nazi que ayudó a Hitler a redactar Mein Kampf. Stempfle también sabía demasiado sobre la relación entre Geli y su tío.
El manto de silencio se ha mantenido a lo largo de la décadas, y la petición en 1992 de Hans Horváth, un historiador aficionado, de que se exhumaran los restos de Geli no fue bien recibida. Señala Rosembaum, mencionado en el párrafo anterior, que no podía ser de otra manera en un país que llevaba décadas intentando lavar su pasado y que hasta aquel año estaba presidido por un antiguo miembro del Partido Nazi.
Como he dicho antes, estamos hablando de un thriller con todas las de la ley que no tiene nada que envidiar a los grandes del género. Pero además de la investigación, con todos los elementos del mejor cine negro, El Ángel de Múnich cuenta con el atractivo de presentarnos a algunos de los personajes principales de aquella negra época. Así, todos los capitostes nazis se pasan por estas páginas como Pedro por su casa, incluido el mismísimo AH. Hay que recordar que, en aquel momento, Hitler no era todavía la figura sagrada, venerada e intocable en que se convertiría, sino nada más que el líder de un partido político, por lo que verlo respondiendo de manera melodramática a las preguntas de un investigador no requiere un gran esfuerzo de la imaginación. Menos aún si tenemos en cuenta que sus palabras, como la de los otros personajes, están en su gran mayoría extraídas de memorias, cartas, diarios y otros documentos.
Yo amaba a Geli -prosiguió Adolf Hitler, que parecía encontrar fuerza y convicción con cada nueva frase-. Y ella me amaba a mí. Era la única mujer con la que habría podido casarme. Ahora -concluyó con la voz rota-, mi esposa será Alemania.
Uno de los grandes aciertos de Massimi es que no se encorseta en ninguno de los dos géneros que dan forma a esta obra. Es novela histórica cuando tiene que serlo, y es thriller cuando toca. Y al decir thriller quiero decir giros inesperados a cada momento, investigadores que se enfrentan a su doble, y persecuciones que culminan en lo alto del campanario. ¿Que eso, al decir de algunos, quita credibilidad a la investigación histórica y le da a algunas escenas finales un aire demasiado peliculero? Pues a mí, plim, debe de pensar Massimi. Y como yo he disfrutado de lo lindo con esta lectura, pues a mí también plim.